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Entrevista a Julián Acevedo
“Julián nació con el colegio”, es la leyenda que muchos alumnos y exalumnos del san José hacen correr acerca de Julián Acevedo, un hombre que lleva trabajando para la comunidad sanjosiana desde hace casi 70 años, y que durante todo ese tiempo se ha sabido ganar el corazón de todos los estudiantes, profesores, directores y padres de la institución.
¿Desde hace cuánto tiempo está usted vinculado al San José?
Desde 1952 o un poco más.
¿Cómo llegó al San José?
Comencé lavando platos, ollas, barriendo clases y demás, hasta que un día uno de los sacerdotes tuvo que ir a San Bernardino debido a que estaba tratando su cáncer, por lo que le consultó a uno de los empleados, el señor Juan Edmundo Larrosa, qué trabajador de la institución “no farreaba y sabía limpiar bien”.
El señor Juan me recomendó a mí, que acababa de salir del cuartel en ese momento y sabía machetear además de usar el hacha, ya que era del Chaco. Me fui entonces con el cura para poder cuidarlo mientras estaba en San Bernardino, creo que fue durante un mes de julio.
¿Cuántos años tenía cuando ingresó al San José y de qué zona del Chaco es oriundo?
Yo tenía 21 cuando entré. En el Chaco estuve por Casado, Pinasco, Puerto Guaraní hasta que finalmente a los 13 años me quedé en Puerto Mianovichi, ubicado en una zona que se encuentra después de Fuerte Olimpo que además creo que no suele figurar en el mapa. Estuve allí en un retiro llamado “Pantanal Siervo”.
¿Qué factores le llevaron a decidir pasar tanto tiempo en el San José?
Cuando estuve en el cuartel conocí a un mozo que trabajaba en esta zona, y él me invitó a acercarme a José Berges y San José cuando tuviera tiempo para comer. Mientras esperaba entrar acá estuve trabajando de ayudante de albañil y vivía hacia Pettirossi en una cocinita que me prestaba una señora, dormía sobre dos pirís.
Un día, mi amigo mozo me dijo que viniera un lunes al San José y que me presentara ante el padre administrador, que le dijera que acababa de salir del cuartel y que quería trabajar. Lo hice, el padre era un francés que me preguntó bastantes cosas y luego me pidió que viniera otro día para empezar.
Luego de la experiencia de San Bernardino, el padre Alonso me preguntó si podía ayudar atendiendo gente, así que pasé a hacer eso y a partir de allí pasé a ser telefonista, a manejar y a ayudar a las profesoras de jardín y preescolar, algo que haría durante 30 años.
Yo siempre digo que el señor está y también la Santísima Virgen, les pido constantemente que me ayuden e intercedan por mí
¿Qué pensamiento tiene sobre las numerosas generaciones de estudiantes que han pasado desde que usted está?
Los niños me querían y yo también a ellos, con el padre Laguardá llevábamos la bendición a los enfermos, algo que hice también durante 30 años, y cada vez que los alumnos me veían me gritaban. El padre entonces me decía que lo hacían porque veían que yo les quería y les respetaba, una vez una directora de Las Teresas también me dijo que lo que más valoraban los chicos era el respeto, eso es algo que yo guardo muy dentro de mi corazón.
En tiempos de la dictadura algunos alumnos querían revelarse contra el gobierno, llegando en una ocasión a entrar dentro de la iglesia, y por ese entonces las clases de preescolar estaban sobre la zona de Berges y San José, y a mí me tocaba cuidar a los niños y recibirlos en un
portón que estaba sobre Rosa Peña.
Durante el turno tarde comenzó una invasión de la policía al colegio, y yo tenía mi pieza en la zona de la escuelita, donde funcionaban un primer grado y dos o tres grados más. yo llevé a los niños ahí y estuvimos jugando, y posteriormente ya no se pudo entrar hasta después de las 8 de la noche, creo que en esa ocasión me ayudó el Espíritu Santo, porque yo de por sí nomás les llevé.
Posteriormente acercamos a los niños a sus casas en la camioneta del colegio, en todas esas situaciones el Señor me ayudó.
¿Es consciente de que usted constituye una especio de mito dentro del San José?
Los alumnos y exalumnos siempre me consideran muy bien, sobre todo porque nunca escucharon nada malo de mí, a pesar de que tuve mis épocas de “perro” también detrás de las mujeres, esos son los pecados que yo confieso.
¿Qué opina sobre la frase que dice que usted nació con el Colegio?
Esa es una frase de los exalumnos cuando en una ocasión el padre Saubbatt preguntó desde hace cuanto estaba en el colegio y respondieron que nací con él. Este año creo que la institución cumple 115 años, por lo que yo también cumpliré esa cantidad ya que estoy noche y día acá, prácticamente no salgo.
¿Una enseñanza que quiera dejar?
Yo siempre digo que el Señor está y también la Santísima Virgen, les pido constantemente que me ayuden e intercedan por mí. Mi abuela en el Chaco ya nos enseñaba eso, y es algo que llevaré en mi cajón cuando me entierren.