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Entrevista a Gabriel Otazú, exalumno de la promoción 1996.
Gabriel Otazú, en su momento fue jefe de campamento y, como tal, solo tiene buenos recuerdos de aquel tiempo tan grato que le tocó vivir. Nos cuenta algunas de sus experiencias y lo que ellas moldearon en su persona.
¿Qué actividades abarcaba el campamento?
Como tal, el campamento siempre fue un juego. Dentro de él siempre había más actividades traducidas como juegos en las que uno iba puntuando, compitiendo. También estaba el asalto, a la noche. Además de las actividades religiosas, porque nos acompañaba un sacerdote. Uno compartía de manera diferente esa fe, así que era algo muy lindo.
¿Cómo se distribuían las responsabilidades?
Cada miembro que organizaba iba llegando a donde llegaba por méritos, no había otro mecanismo para llegar a ser organizador o comando que no sea por mérito propio. En ese comando que organizaba se distribuían las responsabilidades, como la comida, el deporte, la cultura, el que velaba por la salud de todos, y también el que se ocupaba de los asaltos.
¿Cómo llegó a ser jefe de campamento?
Es una tradición que se da de año en año, porque a uno lo eligen. Uno no decide ser jefe. Nuevamente lo centro en la idea de los méritos, a veces desconocidos para uno mismo. Por ejemplo, yo no sabría decir qué vieron mis mayores en mí.
Seguramente vieron ciertas cualidades, así como yo luego las vi en los comandos menores. Cualidades como líderes positivos capaces de continuar con la tradición.
¿Recuerda alguna anécdota de aquel periodo?
¡Todo el campamento es una anécdota! Desde Asunción hasta la llegada es una anécdota. Si bien tengo hermanos que no son acampados, se mezclan mucho esos conceptos, tengo muchos hermanos mayores y mucho menores que los conseguí en el campamento.
Son las experiencias las que te acercan a esas personas, la experiencia de vivir la amistad, de vivir la unidad, el respeto… es lo que más recuerdo, lo que me quedó muy marcado. Esos lemas que uno conoce, como ATA (Amistad, Tolerancia, Ayuda), adquieren mucho sentido en el campamento.
El campamento fue y será para mí una escuela, una herramienta que tenían nuestros padres para poder educarnos
¿Cree que el campamento fomentaba valores?
El campamento fue y será para mí una escuela, o una herramienta que tenían nuestros padres, para poder educarnos, sin saberlo. Porque allí era una educación del joven por el joven, mis mayores me enseñaban valores y luego yo los transmitía a los menores. Y creo que ahí se da la esencia del campamento, y se encuentran valores como los que cité.
¿Influyó de alguna manera en su carácter?
Cuando viajé al exterior a estudiar me encontré con esa capacidad de adaptarme a circunstancias difíciles. Si bien considero que el colegio me sirvió mucho, hay lugares de prueba que tenía en el campamento y eso me fortaleció para adaptarme en situaciones diferentes. Ese respeto a los nuevos proyectos, la capacidad de hacer amigos en varios lugares… y la fe.
El lugar donde mejor profesaba la fe era el campamento, porque ahí nos enseñaban a creer en nuestros ángeles, en las personas que nos cuidaban desde arriba, etc. En el campamento también conocí sacerdotes excelentes, con los que aún tengo contacto. E inclusive tengo compañeros menores, que iban al campamento, y hoy día son sacerdotes. Son cosas que a uno lo van “curtiendo” la piel, a través de los diferentes caminos que va transitando en su vida.
¿Algo que quiera añadir?
Me gustaría que el campamento forme siempre parte del colegio San José, creo que todos los estamentos deben trabajar juntos, la APAC, la Cooperativa, el MEPCAH, el Exalumno, etc. porque de esa manera todos podemos ayudarnos y construir algo mejor. Cada uno tiene sus pros y sus contras, pero en la medida en que se trabaje juntos se puede lograr algo positivo: la unión. Ese es el secreto en el San José, siempre fue la unión.