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“Terapia con propósito: un enfoque humano e integral.”

En esta entrevista Belén comparte su experiencia personal, los desafíos que enfrenta en el consultorio y su visión sobre la evolución de la salud mental en Paraguay.

Hablar de salud mental ya no es un tabú, pero sigue siendo un desafío. Cambios repentinos, ansiedad y sobreexigencia se vuelven moneda corriente en la actualidad. Por eso, omprender el valor del acompañamiento psicológico resulta esencial.

En este contexto, la psicología clínica se consolida como un espacio para pensar(se), sanar y crecer. Para conocer más sobre esta transformación, conversamos con Belén Bordón, psicóloga clínica con una sólida formación en terapia sistémica, educativa y breve.

En esta entrevista Belén comparte su experiencia personal, los desafíos que enfrenta en el consultorio y su visión sobre la evolución de la salud mental en Paraguay.

Qué te llevó a elegir la psicología clínica como profesión y cómo describirías tu formación académica y continua?

Cuando estaba en el colegio tenía dificultades para rendir algunas materias: me ponía muy nerviosa, sufría bastante, y en pleno examen me quedaba en blanco. Empecé a hacer terapia con una psicóloga que me ayudó mucho a superar eso, y ahí fue cuando me empezó a interesar todo lo que tenía que ver con las emociones y la mente humana.

Durante la carrera entendí qué me pasaba en esos momentos, y ahora disfruto poder ayudar a otras personas que atraviesan algo parecido, combinando mi experiencia personal con el conocimiento científico.
Mi formación profesional nunca termina del todo: sigo haciendo cursos y especializaciones en terapia sistémica (individual, familiar y de pareja), terapias breves, diplomados en psicología clínica y educativa, entre otros. Al trabajar con niños aprendí también técnicas educativas y disciplina positiva, además de cómo manejar trastornos neurológicos en el aula.

Con adolescentes me toca mantenerme actualizada sobre tendencias, estilos y modos de comunicación, pero sin perder de vista las generaciones anteriores, porque al final padres y abuelos también forman parte clave de sus vínculos. Creo que entender el paradigma desde el cual cada persona interpreta su realidad es lo que realmente me permite descubrir dónde están los problemas y qué podemos hacer juntos para resolverlos.

Cómo ha evolucionado la percepción de la salud mental en Paraguay en los últimos años, tanto a nivel social como institucional?

La salud mental en Paraguay sigue siendo una paradoja desafortunada. Por un lado, durante mucho tiempo fue poco valorada, y eso generó que escasearan los servicios adecuados. Por otro lado, muchos problemas sociales podrían mejorar rápidamente con un acompañamiento psicológico oportuno.

Pero al César lo que es del César: hoy vemos un avance positivo, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes.

Esta generación ya entiende que buscar ayuda psicológica no es una debilidad, sino una herramienta que les permite manejar con más inteligencia emocional las situaciones difíciles de la vida cotidiana. Y, sobre todo, para aprender a gestionar adecuadamente la frustración, que forma parte inevitable de la vida.
Es imposible valorar realmente la alegría sin haber experimentado tristeza, así como nadie puede disfrutar verdaderamente del agua sin haber sentido sed. Especialmente para la generación más joven, que creció acostumbrada a estímulos constantes y la gratificación inmediata (algo que no nos tocó experimentar a quienes no nacimos en la era digital), es fundamental recordar que la satisfacción más profunda, la que realmente perdura, suele construirse lentamente, sin prisas ni atajos.

En contraste, los adultos mayores continúan siendo más reticentes, probablemente porque cada generación lleva consigo las ideas con las que creció. Aunque no siempre resulte agradable admitirlo, todos somos producto de nuestro tiempo, y darse cuenta de que los años no vienen solos puede ser un recordatorio incómodo.

Hoy en día, los millennials ya somos cuarentones, y solemos priorizar más la salud emocional de nuestros hijos que la propia, especialmente cuando vemos dificultades escolares o de comportamiento. Pero creo que, lentamente, esta percepción también está empezando a cambiar.

¿Qué desafíos enfrentas en tu práctica clínica diaria y cómo ha cambiado tu enfoque con el tiempo?

Mi mayor desafío en el día a día es lograr que los pacientes mantengan la constancia en la terapia. Muchas veces ocurre que, después de unas pocas sesiones, ya se sienten bastante mejor y dejan de venir. Más adelante vuelven diciendo que «surgieron cosas nuevas», pero en realidad se trata de temas más profundos que siempre estuvieron ahí, ramificándose en diferentes aspectos de su vida cotidiana. Es parecido a cuando un médico insiste en que terminemos toda la receta de antibióticos aunque al tercer día ya nos sintamos perfectamente bien.
Por eso, desde el primer encuentro acordamos juntos cómo vamos a trabajar, conversamos sobre qué los trae al consultorio, y generalmente ahí mismo surgen varios temas. Claro que no podemos trabajar todo a la vez, así que, en común acuerdo, definimos por dónde empezar.
Cuando ese primer tema mejora y el paciente se siente listo, evaluamos juntos el progreso y avanzamos hacia lo siguiente. El ritmo de cada proceso es único, porque depende enteramente de cada persona.

Con el tiempo aprendí a respetar mucho más esa particularidad. Hoy confío menos en recetas universales y más en adaptarme al ritmo real de cada paciente, acompañándolo paso a paso según lo que realmente necesita.

¿Qué rol juega la tecnología en el acompañamiento psicológico actual (teleconsultas, redes sociales, apps de bienestar, etc.)?

La tecnología entró en la psicología con fuerza, tanto como herramienta poderosa como causante de nuevos desafíos. Por un lado, las consultas online son extremadamente útiles para algunos pacientes: me permitieron atender a personas que viven en el extranjero y prefieren hacer terapia en su propio idioma, con alguien que entienda sus referencias culturales y su idiosincrasia, además de acceder a un costo más accesible.

También facilita mucho el acceso a personas en pueblos pequeños del interior, donde la oferta de profesionales es limitada o incluso inexistente, o a adultos jóvenes con horarios complicados entre el trabajo, la facultad y otras obligaciones.
Por otro lado, las redes sociales son definitivamente un arma de doble filo. Si bien nos ayudan a mantenernos informados y conectados, también aumentan la ansiedad, generan conflictos en las relaciones de pareja y alimentan esa obsesión por estar constantemente pendientes de todo.
De hecho, eso ya tiene hasta nombre propio: FOMO, o el miedo a perderse algo importante. Para quienes ya tienen cierta tendencia a la ansiedad, esto puede convertirse en un disparador significativo. En el consultorio escucho constantemente sobre malos entendidos y conflictos que se originan por una frase, una imagen, o una interpretación errónea en redes sociales.

Navegar esta nueva realidad digital sin que nos afecte negativamente es todo un arte, y en eso radica precisamente uno de los grandes desafíos psicológicos actuales. Como nunca antes en la historia, las habilidades blandas empiezan a tener una importancia comparable a las habilidades técnicas o académicas.

Si lo pensamos bien, en la Edad Media podía ser importante la diplomacia, pero al final del día era más importante todavía saber manejar una espada, ordeñar una vaca o cultivar la tierra. Hoy, la situación se invierte: podés salir de la facultad con 5 de punta a punta, pero eso no sirve de mucho si no aprendiste a trabajar en equipo, a llevarte bien con tus compañeros, o incluso a gestionar con inteligencia emocional los vaivenes del humor de un jefe.

¿Qué impacto crees que tuvo la pandemia en la salud emocional de las personas y cómo cambió la demanda de los servicios psicológicos desde entonces?

La pandemia marcó un antes y un después para casi todos. El encierro prolongado, la inseguridad laboral y financiera, las preocupaciones excesivas y los miedos—algunos fundados, otros un poco exagerados—hicieron aflorar muchos problemas emocionales. Hubo desde personas que se volvieron más retraídas hasta aquellas que desarrollaron conductas agresivas o irritables, porque cada uno procesó esa situación tan inédita de una manera distinta.
Con el tiempo aumentó notablemente la demanda de atención psicológica virtual: primero, por el propio encierro obligatorio, y después, porque muchas personas tuvieron dificultades para reconectarse con el mundo exterior. Hubo adultos que encontraron realmente difícil volver a salir o retomar actividades sociales, y niños que tardaron bastante en sentirse cómodos relacionándose en grupos otra vez.

Durante la etapa final de la pandemia y en los meses posteriores, el motivo más frecuente de consulta fue claramente la ansiedad: atendí más casos de crisis de pánico, trastornos obsesivo-compulsivos, ansiedad generalizada e incluso agorafobia, que nunca antes.

Algo curioso es que, aunque muchas personas volvieron al consultorio presencial porque lo sentían como un «espacio seguro», la virtualidad ya quedó instalada como una alternativa válida, cómoda y accesible. Esto también fue positivo desde el punto de vista profesional, porque abrió puertas para acceder a muchos cursos y posgrados que antes exigían viajar o trasladarse a la capital. De alguna manera, la pandemia obligó a la psicología (y a muchas otras profesiones) a adaptarse, diversificarse y evolucionar.

“Es importante tener claro que transformar hábitos o conductas lleva tiempo y esfuerzo, y aunque a veces los cambios no se noten inmediatamente, realmente valen la pena.”

¿Qué consejos darías a quienes están considerando iniciar terapia o a jóvenes profesionales que buscan formarse en psicología clínica?

A quienes estén pensando en comenzar terapia, les diría que se animen a buscar un profesional con quien se sientan cómodos, alguien que les genere confianza. Es importante tener claro que transformar hábitos o conductas lleva tiempo y esfuerzo, y aunque a veces los cambios no se noten inmediatamente, realmente valen la pena.

Invertir en la salud mental y en tu estabilidad emocional siempre da frutos, porque te ayuda a trabajar mejor, relacionarte de forma más saludable y tomar decisiones con mayor claridad.

A los jóvenes psicólogos o a quienes están empezando su camino profesional, les aconsejo que no se desanimen si al principio se sienten perdidos o inseguros. La formación continua es su mejor aliada, porque les permitirá ir encontrando su propio camino y desarrollando su estilo personal.

Prueben distintas corrientes y enfoques hasta encontrar uno en el que se sientan cómodos y auténticos. No se preocupen tanto por encajar en teorías o métodos rígidos; con el tiempo, van a descubrir que la mejor manera de acompañar a otros es desde lo genuino y desde lo que les haga más sentido a ustedes mismos.

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