El trabajo es fundamental en la vida de todos nosotros, Dios así lo ha querido y gran parte del tiempo se nos va en ese lugar físico y emocional que consume las horas de nuestra semana.
«Quien soporta la penosa fatiga del trabajo en unión con Jesús coopera, en cierto sentido, con el Hijo de Dios en su obra redentora y se muestra como discípulo de Cristo llevando la cruz cada día en la actividad que está llamado a cumplir. Desde esta perspectiva, el trabajo puede ser considerado como un medio de santificación y una animación de las realidades terrenas del Espíritu de Cristo» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia nº 263).
De hecho, la mayoría de nosotros pasamos más tiempo en el trabajo, que en casa con la familia y los amigos, por lo que su influencia en nuestras vidas es grandísima. Es más, cuando nos preguntan “qué somos”, respondemos indicando nuestra ocupación, señalando que somos profesores, oficinistas, médicos, etc.; y pocos nos animamos a decir: yo soy esposo, padre, amigo, futbolista amateur, agricultor aficionado. Pues no, respondemos con aquello que hacemos alrededor de cuarenta horas a la semana.
Al parecer, el trabajo nos define como personas, nos ayuda a explicar quiénes somos. Esto es muy lindo siempre y cuando nuestro trabajo coincida con nuestra vocación, con nuestro verdadero llamado y con aquello para lo que Dios nos ha creado.
A veces, no manejamos los mismos valores que aplicamos en la vida familiar al campo laboral. No es raro que en el trabajo nos comportemos de una manera y en casa, de otra. Con frecuencia, en nuestro centro de labores “nos contagiamos” de comportamientos que afectan profundamente nuestra vida cristiana.
A muchos nos toca, nos ha tocado y nos tocará trabajar en lugares donde los únicos valores que conoceremos son los de las facturas, y donde el éxito y el rendimiento, incluso económico, es la vara con la que se mide a las personas. El empleado del mes es el que menos problemas da y más produce, el mejor jefe es aquel que mayor rendimiento saca a sus trabajadores por el menor costo. No digo que eso esté mal, pues ser productivos y hacer mucho con pocos recursos sin duda es una virtud, pero hacerlo a costa de nuestros valores y principios ya es distinto.
Es difícil para muchos –sobre todo, para los más jóvenes, que aún están luchando por posicionarse– el no dar su brazo a torcer cuando se trata de hacer las cosas bien y honradamente en el mundo de los negocios. Siempre podemos hacernos los de la vista gorda para quedar mejor en la oficina. Siendo así, queremos presentarte cuatro situaciones éticamente difíciles, extraídas del «Manual de decisiones difíciles, sugerencias éticas para profesionales jóvenes», un libro escrito por exitosos profesionales del mundo de los negocios, quienes en su carrera empresarial se vieron expuestos a situaciones que interpelaron su moral y consciencia. Cada una de las situaciones posee diferentes opciones de solución, todas válidas y unidas a una virtud que puede y debe ser aplicada.
La prudencia es la virtud de actuar en forma justa, adecuada y moderada. Aplicada a la situación que vamos a presentar a continuación, nos invita a tomar decisiones con calma, analizando las consecuencias. Ser prudente y ser temeroso no es lo mismo, alguien prudente se atreve, pero toma precauciones y evalúa todas las posibilidades.
M.R. es dueño y propietario de una empresa que se dedica al desarrollo tecnológico. En esta industria la competencia es de tal grado, que si una empresa lanza un producto, mantendrá el liderazgo en el mercado por varios meses. En forma confidencial, a M.R. le llega una noticia sobre uno de sus competidores, “Nova”, que en seis meses más lanzará un producto que remecerá el mercado. Al día siguiente, M.R. debe entrevistar postulantes para el cargo de “product manager” y uno de sus candidatos trabaja actualmente en “Nova”. ¿Debe seguir adelante con el proceso de selección de ese candidato?
Opción a: No considerar al postulante y así evitar la tentación para cualquiera de las dos partes.
Opción b: Contratarlo únicamente por sus méritos profesionales y dejar en claro que no se aceptará ninguna información confidencial de su parte.
Opción c: La entrevista puede servir para probar los principios éticos del postulante y saber si a futuro será un riesgo para la empresa. No mezclar los asuntos laborales con los intereses comerciales.
Ser fiel a la verdad a veces parece ser sinónimo de hacer todo público, cuando es en realidad una invitación a una vida recta, que puede serlo también en privado, sobre todo, cuando debo cuidar también de un prójimo. Tomar medidas en privado no necesariamente es un pecado de omisión, sino que es cuidar de la verdad y de las personas al mismo tiempo. Ser discreto sin ser mentiroso ni ocultar las faltas es también parte de vivir una vida recta y verdadera.
R.T. y E.C. son amigos desde la universidad, entran a trabajar juntos a la misma empresa, pero en distintas divisiones. Sin embargo, el trabajo que realizan está conectado, debido a que las demandas de productos están entrelazadas. A las pocas semanas, E.C. comete un grave error que le podría costar el empleo, pero no hay forma de que sus superiores se enteren; además, puede solucionarlo en el transcurso de las próximas semanas. Sin embargo, ese error afecta también el desempeño de R.T… Al hablar con E.C., éste le pide que, por favor, mantenga todo en secreto, porque va a arreglar las cosas muy pronto. ¿Qué debe hacer R.T.?
Opción a: Apoyarlo laboralmente y pedirle que explique claramente cómo pretende solucionar la situación. Si se trata de errores solucionables, entonces R.T. podría esperar a que enmiende su error.
Opción b: Esperar con un plazo definido y luego denunciar el error de E.C., sobre todo, si éste demora en encontrar la solución, causa pérdidas a la empresa y pone en riesgo su propio trabajo.
Comprometer la palabra es algo muy serio para los cristianos, lo que hacemos tiene que guardar relación con lo que decimos, hemos sido educados para demostrar nuestra fe con obras, y luchar por eso siempre es una virtud. No obstante, muchas veces en el mundo laboral, dar la palabra no es algo definitivo, por eso se han inventado los contratos y acuerdos firmados. Cumplir con la palabra dada, aunque es una máxima, no siempre es posible, sobre todo, cuando no somos los encargados de la decisión final.
“Technos” es una empresa en el rubro de la biotecnología. Tiene un departamento que está constantemente investigando y desarrollando nuevos productos. Actualmente, están bastante centrados en uno denominado “Matrix”, pero hay algunos componentes que provocan rechazo. M.M., quien ha comenzado a trabajar en la compañía hace menos de un año, propone trabajar con uno de los proveedores de los componentes para solucionarlo, siempre y cuando Technos se comprometa a establecer relaciones comerciales futuras con el proveedor, luego de ese trabajo conjunto de desarrollo. Ante esto, “Bio Components” se ofrece para colaborar sin costo alguno e invierte significativas horas de trabajo en investigación. Ambas empresas trabajan juntas y logran un gran éxito en el desarrollo del nuevo producto. Sin embargo, cuando M.M debe firmar los contratos, su jefe le dice que trabaje con el mismo proveedor que han tenido por años y que está relacionado familiarmente con uno de los directores de la compañía. ¿Qué debe hacer M.M.?
Opción a: Presentar a su jefe los antecedentes que favorecen a “Bio Components”, no obstante, cumplida la obligación de informar, debe actuar conforme a la decisión de su jefe.
Opción b: M.M. debe informar a su jefe que optar por otro proveedor no es buena idea, pues “Bio Components” ha demostrado fidelidad y compromiso al trabajar gratis y exitosamente. M.M. debe recomendar que se consideren los méritos más que la tradición.
Finalmente, quiero invitarte a ver el mundo laboral como un lugar donde también debemos luchar por vivir la santidad, lo que muchas veces nos hará parecer bichos raros, pero esa es parte de la espiritualidad del cristiano, ir contracorriente, ser un signo de contradicción y como bien dijo san Juan Pablo II: «La observancia de la ley de Dios en determinadas situaciones puede ser difícil, muy difícil: sin embargo, jamás es imposible. Porque Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas’ y te ayuda para que puedas» (Splendor Veritatis nº 102).
Recuerda que Dios quiere formar parte de todas las realidades de tu vida, no solo de tus preocupaciones y problemas, sino también de tus quehaceres; por eso es fundamental que, además de una conciencia moral firme, busques siempre el bien común, la rectitud y la verdad. La oración pidiendo las gracias y dones del Espíritu Santo para rendir a la altura de las circunstancias es fundamental. Los católicos tenemos que acostumbrarnos a agregar en nuestro currículum: Dios está conmigo, me capacita y me cuida, sobre todo, en el trabajo.
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