Compartir
En la solemnidad de San José, podemos meditar sobre su figura, sobre sus virtudes, sobre lo que ha hecho tan grande a un hombre que solo quiso hacerse pequeño, para que sea solo Dios quien se luzca. Hemos conversado con Mons. Claudio Silvero, para que nos deje un mensaje sobre el cual podamos reflexionar y sacar los buenos propósitos de acercarnos a José y, con él, a Santa María y el Niño.
«¿Quién es José? José es el carpintero de Nazareth, un hombre humilde, sencillo y trabajador. Desde muy joven, defendía la vida y ayudaba a su comunidad para crecer en obras de bien.
José contrajo matrimonio con María, y llegó el momento en que tuvo una amarga noticia: su Esposa estaba embarazada. Él, amándola con todo el corazón, no quiso delatarla, porque María merecería la muerte.
Quiso, entonces, alejarse de la ciudad, de su pueblo. Pero en sueños, un ángel viene a darle el mensaje: “No temas, José, de recibir a María como Esposa. Lo que se ha realizado en ella es obra del Espíritu Santo, obra de Dios”.
Entonces, José, creyendo en Dios, se pone a disposición de lo que el ángel del Señor le dice sobre su Esposa, María.
A partir de entonces, este hombre sencillo y justo, tendrá que llevar a cabo un trabajo delicado, que comienza con la imposición del nombre de Jesús, al Hijo de María. Y Jesús se sentirá orgulloso de este padre, y no se avergonzará de ser llamado “el Hijo del carpintero”
Su silencio y fidelidad a la misión recibida son un modelo que también debemos seguir. La virtud extraordinaria de San José está en su fe, en su capacidad de creer en Dios y la disponibilidad de seguir los impulsos de la gracia.
La prudencia y sabiduría de José lo elevan a una categoría de hombre en cuyo ser no hay miedos, sino la firme adhesión al proyecto de Dios sobre los hombres.
La contribución de San José a la Historia de la Salvación lo envuelve en la modestia en que los grandes espíritus suelen desaparecer, para que Cristo sea glorificado.
San José se merece todo nuestro reconocimiento y devoción, por el modo en que supo custodiar a la Virgen María y a Jesús. Ser custodio es su gran misión.
Quisiera tomar el tema de la custodia según un punto de vista especial: la educación. Miremos a José como modelo de educador, que custodia, acompaña a Jesús en su camino de crecimiento, sabiduría, edad y gracia, como dice el Evangelio.
José no era le padre de Jesús, el Padre de Jesús era Dios. Pero él hacía de papá de Jesús, para ayudarle a crecer. Y, en Nazareth, con asombro, escuchaba día a día que el Hijo de Dios le llamaba “padre”. Y así, Dios le concedió un descendiente perpetuo, del que también nosotros formamos parte».
Fuente: Mensaje de Mons. Claudio Silvero, fragmento.