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Semblanza de uno de los sacerdotes extraída del libro Historia del San José, del P. César Alonso de las Heras
Nace el Padre Charles Sampay en ese Bearn que tantos betharramitas ha dado, en 1839. Niño lo llevan al Colegio de Betharram, que fundó San Miguel Garicoïts en 1837. Allí recibe toda su cultura humanística y científica y atraído por San Miguel decide ingresar en ese grupo audaz, educador y misionero, recién fundado también.
Pronto es destinado a América por el mismísimo Garicoïts, se incorpora al Colegio San José de Buenos Aires en 1860, hace tres años solo fundado. Llega con todo el empuje del Santo fundador y es enseguida padre espiritual del colegio. Más tarde será formador de los jóvenes que llegaban a Buenos Aires a completar sus estudios sacerdotales.
A sus 65 años, en pleno verano, el P. Sampay llegaba al paraguay. Venía con el p. Lhoste, joven de 30, a buscar el lugar propicio donde asentar el San José.
Mucho había andado ya el padre Sampay, mucho había gastado sus fuerzas en tierras americanas: ¿Por qué lo mandaban a él? Porque en él veían al apóstol celoso, al místico que podía asentar las bases religiosas del colegio. Monseñor Bogarín deseaba un colegio católico que formara cristianos, ahí llegaba el santo varón que fuerte y dulce, exigía profunda fe y compromiso de acción.
El Padre Sampay era rígido, pero era bueno, muy bueno, y a solas con algún alumno, lleno de paternal solicitud. Tampoco transigía, tan atento y exquisito, sin embargo.
Muy pronto – unos tres años después– regresó a Buenos Aires destinado a la capellanía de la Iglesia de San Juan (Alsina y Piedras). Trabajo para él recogido y silencioso de largas horas de atención espiritual a las clarisas y mucho confesionario para los fieles numerosos que a esa Iglesia acudían. Iba a cumplir 90 años cuando, cargado de méritos, sin dejar sus actividades de confesor y director espiritual, fallece el 7 de junio de 1928.