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Semblanza de uno de los sacerdotes de la historia del San José, extraída del libro del Padre Cesar Alonso de las Heras
Nació el P. Lorenzo Bordenave el 15 de mayo de 1878 en el sur de Francia (Bearn). Sus años de bachillerato los cursa en Betharram; en argentina los estudios eclesiásticos. Su primer destino fue el colegio de Rosario De Santa Fe. Después de unos años llega al San José de la Plata.
En 1913 es destinado al Paraguay. Empieza el curso que dará al colegio los primeros bachilleres. Se da de lleno y con amor.
En 1916, es relativamente nuevo en la casa. Sin embargo, es designado para la dirección del San José. Lo hará tan bien que es reelegido tres sucesivos trienios.
Durante su rectorado se crea la pujante Federación de la Juventud Católica, en la Capilla del colegio, que defenderá a mano limpia los valores espirituales de la Iglesia.
El P. Bordenave fue un gran educador. Con motivo del descubrimiento del busto que le fraguara Hermann Guggiari, el Dr. de Finis plasma una semblanza que lo acredita como maestro: “Como maestro, no trataba de embotellar en nuestras mentes una suma, grande o pequeña, de conocimientos prefabricados. Nos enseñaba literatura haciéndonos leer las obras cumbres de cada autor analizado. Nos enseñaba filosofía como el otro gran conductor de almas de nuestro tiempo, el P. Luciano Cestac, dividiendo a la clase en defensores y críticos de cada escuela filosófica. Estas discusiones se prolongaban luego fuera del aula, hasta en nuestras propias familias. Y los dictados del P. Bordenave nos los arrebatan en calidad de préstamo, nunca devueltos, nuestros amigos del Colegio Nacional”.
Educó con la palabra y con el ejemplo; la autoridad la imponía por el prestigio de su inteligencia y el mérito de su bondad. Era un hombre perfectamente equilibrado.
Dirigió durante años la revista “Reinará”, que difundía la devoción al Sagrado Corazón. Sin descuidar su trabajo de educador en el colegio, atendía horas enteras en el confesionario de la inglesa, lleno de bondad y dador de pertinentes consejos. Ese aspecto de consejero espiritual fue eminentemente un don de Dios para él. Numerosas personas acudían a él en busca de alivio espiritual, de consuelo en las desavenencias diarias y acicate en el adelanto del alma hacia Dios.
En 1933 es elegido miembro del Consejo General con sede en Bétharram. Se embarcó para Buenos Aires y de allí la travesía del Atlántico. Días antes todas las asociaciones piadosas de la capilla asistieron a una misa de comunión, seguida de una demostración imponente, a pesar de que el homenajeado y sentido padre exigió sencillez. Francamente, le costó ese traslado.
Se constituyó en capellán de la Devota Capilla Nuestra Señora de Betharram. Procuró ceremonias dignasiadosas; muy pronto dirigió el mismo los meses de San José, de María Santísima, del Sagrado Corazón, y tuvo la idea de rezar el mes de vacaciones. Propuso también la Hora Santa los jueves, de cinco a seis de la tarde, en esa paz y recogimiento de la Devota Capilla.
Pero una grave enfermedad lo minaba; tres meses sufrió con santa paciencia; los remedios no lograban atenuar sus dolores, que eran extremadamente agudos. Se produjo una inesperada parálisis de la mano derecha, con dificultad de palabra. Los dolores, por fin desaparecieron, pero su fin ya estaba muy cercano. Él mismo pidió los auxilios espirituales.
El sábado 27 de abril de 1940, con suspiros cada vez más espaciados, el P. Bordenave iba a encontrarse amorosamente con Él. Tenía 62 años.
Su muerte fue muy sentida en Asunción. Se celebraron funerales muy concurridos y piadosos. La prensa se hizo eco del dolor y del recuerdo entrañable.
Sí, el P. Bordenave fue bueno. Era una bondad la suya, de abnegación y sacrificio, de olvido de sí para dar gusto a los demás. Ignoraba su izquierda lo que hacía su derecha.
Era un pan de Dios, dándole a esta expresión la categoría demás sublime, de milagro, a que puede llegar el sacerdote: Alter Christus.