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Semblanza de uno de los sacerdotes extraída del libro Historia del San José, del P. César Alonso de las Heras
Su primer rectorado en el San José de Buenos Aires fue de 1897 a 1904. De allí a nuestro paraguay como fundador y primer director del querido San José.
Nació en Deguin (sur de Francia) el 24 de junio de 1853, de padres profundamente cristianos. Fue alumno del colegio de Bétharram y terminado el bachillerato ingresa como novicio en la congregación de los sacerdotes de su colegio, en 1871. En 1872, terminado el noviciado, viaja a Buenos Aires, donde, a la par que va desarrollando sus estudios de teología, se desempeña también como docente en el colegio de San José.
Era el joven Tounédou maravillosamente dotado – no tanto en la estatura – de inteligencia brillante y flexible. A una muy sólida formación humanística unía la curiosidad por todas las manifestaciones del espíritu científico. Dictaba igualmente cátedras de Ciencias y Matemáticas como de Literatura, de Latín o de Inglés.
Escribió el P. Oxíbar, en 1944, que si pensaran elevar un monumento al P. Tounédou debían presentarlo rodeado de niños. ¡Con qué dedicación amorosa se dedicó a enseñar a leer a aquellos primeros niños que llegaban recién fundado San José de Asunción! Niños y jóvenes: su vida. Y después los exalumnos de aquí y sobretodo de Buenos Aires, donde en dos épocas culminó diez y seis años de Rectorado. Y todo con inmenso amor, tanto si reprimía como si alentara.
Su primer rectorado en el San José de Buenos Aires fue de 1897 a 1904. De allí a nuestro Paraguay como fundador y primer director del querido San José: seis años, densos de penurias, logros, dificultades y, sobre todo, empeño de hacer algo bueno.
Regresa a Buenos Aires para hacerse cargo, de nuevo, de la dirección del San José de allí. Emprende la adaptación necesaria del colegio que ya era insuficiente; emprende la construcción del magnífico salón de actos. Dice la revista F.V.D., en octubre de 1927: “El P. Tounédou lo dirige todo, todo lo activa y compenetra con su espíritu. Los que lo veían entonces, decididio y sonriente, pocas veces severo, siempre generoso, no sospechaban la suma de trabajo a que, en todas las horas del día y algunas de la noche, debía entregarse aquel infatigable superior”.
El 11 de noviembre de 1919, reunió a numerosos padres de familia para fundar la “Liga de Padres de Familia”, defensores de los intereses escolares. EN 1921 funda también la revista F.V.D., “órgano de los colegios de la congregación en Argentina, Uruguay y Paraguay”. Dirige la academia del colegio, émula de la Academia Literaria del Plata; organiza la sociedad de exalumnos. En 1921 termina el rectorado del colegio. El 14 de ese año, en la repartición de premios, el padre despidió al alumnado con ojos anegados en lágrimas y, en diciembre del mismo año, en F.V.D. escribe:
“Antes de alejarme de este querido colegio de San José, tan ligado a mi existencia, saludo a todos los discípulos que me fueron confiados… solo Dios sabe cuán dolorosa es la ruptura de los vínculos cimentados por el camino… Alivia mi congoja la confianza de que guardaréis con sagrada fidelidad las cristianas enseñanzas de vuestro amigo y director”.
Sobre todo fue un gran educador, maestro durante sus cincuenta años de América, maestro de vitalidad humana y espiritual, vocación que asumía con empeño y respeto sagrado.
Fue trasladado a la Residencia de Barracas, como director y delegado del superior general. En el 23 fue elegido vicesuperior general de la congregación y, naturalmente, se traslada a Francia, a Bétharram.
Allí, además de su dedicación a la buena marcha de la congregación, todavía reúne algunos voluntarios para darles clases de apoyo. Su recuerdo va con frecuencia a esa América que tanto amó, a la que brindó su talento y apostolado.
La salud del P. Tounédou ya no es floreciente; el año 26 celebra misa en su propia habitación; expira santamente el 27 de octubre de ese año. En sus exequias le rodea el todo Bétharram; los telegramas llegados a la Argentina y Paraguay hacen que la pena por su muerte sea comprendida por miles de exalumnos y amigos. En Asunción, a pesar de los largos años transcurridos desde la fundación del colegio, el sentimiento fue general y muy profundo.