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Semblanza de uno de los sacerdotes extraída del libro Historia del San José, del P. César Alonso de las Heras
Nació el p. Subervielle el 15 de noviembre de 1863 en Bénejacq (bearn). En 1876 llega como alumno al colegio de Betharram, donde fue siempre brillante.
De sus profesores, a quien recordaba era al P. Pambrun, el excelente maestro que suscitó tantas vocaciones literarias. Contó con un éxito rotundo en su bachillerato y su licencia en letras en un solo año, dada su disposición tanto para las matemáticas como para las letras y las lenguas.
Durante sus estudios eclesiásticos ya era profesor en el Colegio San Luis de Bayona, que conoció a tan excelsos maestros.
En Bayona fue ordenado sacerdote en 1890. Continuó enseñando hasta 1903, fecha en que fueron disueltas las congregaciones religiosas. Es enviado entonces a América, primero a la Plata, luego Superior a Asunción.
Vuelve a Francia en 1925, a la casa de l’Enfant-Jésus de Pau (Bearn). En 1929 es miembro del Consejo General de 1947, en Betharram durante diez y ocho años. Después del Capítulo General de 1947 quedará definitivamente en Betharram, bibliotecario de una biblioteca inmensa, confesor también en la devota capilla y frecuentemente consejero literario de cuantos en Betharram preparaban títulos universitarios.
Era el P. Subervielle de gran estatura, porte noble, de temperamento extrovertido, nervioso y de exquisita amabilidad. Por su prestancia y su brillante inteligencia no solo llamo la atención en toda su vida, sino que pudo cumplir con grandes proyectos.
Su erudición abarcaba prácticamente todo el saber humano, pero sobresalía en las humanidades greco latinas. Anécdotas de su erudición y memoria se cuentan muchas. Valga esta sólo: Un día en que preparaba un “certificado” de griego le presentan una larga versión propuesta, pero sin título, sin nombre de autor, sin referencia de libro, con alusiones a hechos desconocidos. El P. Subervielle toma la hoja, aspira como para reconocer un perfume y dice: “Cómo, ¿no entiende esa alusión? ¿No entiende el texto? Pero si se trata de un Cónsul Romano de quien se burlaban por cierto defecto. ¿El autor? Es muy claro, se trata de Apiano. Voy a buscar el libro de donde está sacado “. y él, ya de ochenta años, se va a la gran biblioteca y trae un volumen, que viene limpiando y le enseña el pasaje “tan complicado”. Añade que traducían eso, en 5° año, con el P. Pambrun del San Luis de Bayona.
En Asunción dejó una impronta de lo que él soñaba como gran colegio. Era el maestro incontestado. Muchas tardes, uno de los que acudían al colegio para consultar, dialogar con él, era o’Leàry; se les veía, atardecido, caminar por el patio y discutir a grandes voces.
En 1915 es trasladado el P. Subervielle a Buenos Aires. Allí predica en español y francés, allí confiesa. Fue durante diez años el director del Círculo de San Luis, fundado por el P. Sampay, grupo selecto de franceses de Buenos Aires. Su palabra abundaba en citas de sabio, pero siempre sencillo y original, cautivaba la atención. Alguien dijo de él, en cierta ocasión, que su alma era numerosa, es decir que gozaba de numerosas y raras cualidades.
Desde que lo eligieron Consejero General vivió en Betharram y allí quedó aún después de terminar su cargo. Desplegó una actividad de erudito y de sabio precisamente en los asuntos delicados de la conducción de un Instituto Religioso, con sus problemas humanos y de orden canónico y moral. Ahí estaba bien situado para seguir atendiendo, apoyando a los jóvenes que andaban por las universidades. Referencias literarias o teológicas eran por él prontamente ubicadas. Se hallaba siempre al corriente de todas las novedades, de todas las corrientes. Durante más de veinte años dirigía con solvencia las reuniones de “casos de conciencia”. Sus opiniones, aún audaces, resultaban de acuerdo con la doctrina de los mejores autores.
Sus prontos, sus nerviosismos, eran defectos que adquirirían con los años un tinte que los suavizaba. Era una delicia tenerlo, así como era, en sus 80, 90 años. Con motivo de los cincuenta años del San José, respondía él a la invitación que se hizo: “¡Ay, ya mis fuerzas no me dan para tan largo viaje hacia mi querido San José!”. Plácidamente murió el 28 de marzo de 1954, en Betharram.