Compartir
Promoción 1969
Los años finales de la década del 60 del siglo xx fueron sin duda tiempos de muchos cambios. La promoción de 1969 del colegio san José fue testigo privilegiada de aquellas turbulentas y dinámicas épocas, y hoy conoceremos el relato de algunos de los miembros de esa generación: José Antonio Galeano Mieres, Gustavo Abdala, Mario Melgarejo Y Roberto Carisimo.
ROBERTO “ETO” CARISIMO
“La formación que recibí me sirvió para mi desenvolvimiento en la sociedad y fue una base muy importante en lo académico para la universidad”
Es el delegado de su promoción, 1969A, en el grupo de whatsapp Promociones San José. Un grupo que reúne a delegados y delegadas de 60 promociones, (desde 1959 a la 2018).
El colegio me transmitió siempre seguridad, un alto sentido de amistad y respeto a los demás y un grandioso concepto de compañerismo, además de una inquebrantable formación cristiana en base al amor y veneración a la Virgen de Betharram. Lo que me quedó son sobre todo los valores positivos y el liderazgo, ayudando y comprendiendo a los jóvenes de cada generación.
La formación que recibí me sirvió para mi desenvolvimiento en la sociedad y fue una base muy importante en lo académico para la Universidad.
A mi criterio, los grandes protagonistas durante mi vida allí fueron el Pa’i Marotte con la Acción Católica, el Pa’i Condou, ejemplo de hombre con un incansable apoyo a los deportes, y el Pa’i Echeverría, quien fue un gran guía querido por todos.
La anécdota que me marcó fue cuando en sexto curso, durante un momento difícil del país por la situación política, llegó al Paraguay David Rockefeller. Hubo una gran manifestación frente a la Facultad de Ingeniería sobre España y Brasil en la que fuimos golpeados y maltratados por la fuerza de la represión, la policía y los funcionarios de Corposana. Los de San José quisimos refugiarnos en el Colegio Goethe, que estaba allí, pero sus autoridades nos cerraron las puertas y quedamos a merced.
Ese día nació en mí un espíritu de rebeldía con causa y sin darme cuenta fui adquiriendo cualidades de liderazgo en la facultad. Aquello me ayudó en las luchas universitarias contra la represión.
MARIO LUJAN MELGAREJO
“El compañerismo y el espíritu de pertenencia institucional que crea nuestro querido colegio san josé son inigualables”
La educación recibida en el colegio fue la que me permitió encarar mi vida hacia el objetivo de una formación en valores que hiciera de mí una persona útil y comprometida con la sociedad. En el colegio aprendí que existen desafíos que debemos afrontar para el desarrollo de la personalidad, que seguro no podría encontrarlos en otro colegio. La disciplina para encararlos en las diferentes circunstancias es el resultado de la evaluación constante a la que fuimos sometidos, y permitió que adoptáramos como regla de vida los principios del respeto y la solidaridad.
La disciplina se lograba a través de las temibles amonestaciones (cuya acumulación a 35 significaba la inhabilitación para cursar el siguiente año); tampoco es posible olvidar los “cigarritos” del reverendo Pierre Laguardat, que era una sanción disciplinaria menos gravosa que las amonestaciones, pero no por ello menos dolorosa, pues consistía en un retorcijón del lóbulo de la oreja, o cuando el Padre Condou nos sancionaba por mirar la hora en el transcurso de la misa, reteniendo nuestro reloj hasta fin de año, o el subir o bajar las escaleras que llevaban a la parte superior de la emblemática torre, entre otras medidas, que forjaron nuestro carácter y disciplina.
El compañerismo y el espíritu de pertenencia institucional que crea nuestro querido colegio San José son inigualables, y me atrevería a decir que son algo único ya que no existe ninguna otra institución educacional que forja esa unión entre sus alumnos. En mi derrotero de 13 años por las aulas del colegio recuerdo anécdotas como la del profesor de geografía, quien al tomar examen se ponía a leer un periódico que era como una sábana con dos pequeños agujeros a la altura de los ojos, para controlar que no consultáramos con otro compañero o copiásemos. Recuerdo también, cuando en una de las puertas laterales con vidrio colgamos una calavera en la hora del profesor que llamábamos “fisiquito”, travesura que nos valió una amonestación a cada uno.
Como en todo grupo, siempre existen aquellas personas que por su forma de ser, su chispeante alegría y por estar siempre presentes, no pasan desapercibidos y sin cuya –como siempre- comprometida participación, nuestros festejos pasarían desapercibidos. Me refiero al apreciado Eto (Roberto Carisimo).
JOSÉ ANTONIO GALEANO
“Me infundió un profundo sentido de pertenencia al Paraguay y un invicto afecto por todo cuanto le ocurre a nuestro castigado país”
Mi vida en el colegio debe dividirse en dos facetas: la primera como estudiante y la segunda como profesor y prefecto de disciplina. Como estudiante, me transmitió el amor por las Humanidades, que han sido el centro de mi vida desde la niñez, la primera adolescencia y hasta hoy. Me infundió un profundo sentido de pertenencia al Paraguay y un invicto afecto por todo cuanto le ocurre a nuestro castigado país.
Como profesor y prefecto, desde el colegio comencé a patentizar y construir mi inclaudicable amor por la juventud de mi país, ese mismo sentimiento que hoy, en un recuento desprolijo y quizás poco certero, me hace atesorar la cercanía y el calor de alrededor de 28.000 exalumnos en diversas instituciones educativas. Por encima de lo estrictamente académico, la más sagrada enseñanza que me ha dado el San José es el saber valorar el más alto de los sentimientos humanos junto con el amor: la amistad. La institución no solo es grande por la calidad de su docencia, sino por lo que es al proveernos a quienes tuvimos ocasión de explorar su alma, un sentido casi místico de que lo que significa aquello que los franceses -nosotros llegamos a tener curas franceses en nuestras aulas- grafican tan bien y tan certeramente: “El amigo es el hermano que uno elige…”
En 1976, egresé de la vieja facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UnA, con mi título de abogado. Todo aquello, puedo asegurarlo sin duda ninguna, fue sostenido por la sólida formación recibida en el colegio, principalmente en cuanto refiere a las materias como Historia, Literatura y Filosofía. Si bien jamás ejercí profesionalmente el Derecho, ese título me abrió las puertas de la academia y me permitió desarrollar una tarea docente de más de 45 años y explorar la cátedra y la investigación universitaria en esa que por 43 años fue, y sigue siendo, mi casa: la Universidad Católica “nuestra Señora de la Asunción. En cuanto a mis profesores, la mayoría extraordinarios, destaco la influencia que tuvieron en mí dos de ellos: Hugo “Chocho” Marinoni Rodríguez, el más grande profesor de Historia Moderna y Contemporánea del siglo xx en el Paraguay, quien me enseñó a pararme en un aula y a abrazar con pasión una profesión, la de la cátedra, que nunca debe ser bastardeada. También el R. P. César Alonso de las Heras, ese delgado, enjuto y erguido caballero español que llegó al Paraguay en 1940 para amarlo como el más fiel de sus hijos hasta su fallecimiento entre nosotros en el 2004 .
GUSTAVO ABDALA
“Algunas de las enseñanzas que conservé fueron la solidaridad y la amistad”
Del colegio llevo, sobre todo, los valores debido a que basaba su enseñanza en la religión. Algunos de estos fueron la lealtad y el respeto a las normas morales y de buena conducta.
Algunas de las enseñanzas que conservé fueron la solidaridad y la amistad, con una fuerza tal que causó que a pesar del paso del tiempo nos mantengamos unidos hasta hoy en torno a la formación de grupos de amigos a través de los eventos de exas. En el caso de nuestra sección, tuvimos compañeros venidos de otros colegios que estuvieron solo 1 o 2 años con nosotros pero quedaron pegados al grupo.
Por el nivel de enseñanza que había, esta me facilitó mucho la inserción en la facultad a través de la formación básica en materias como matemáticas y gracias a los valores de la amistad y el compañerismo, también me ayudó en el relacionamiento con la gente.
Los protagonistas de la época fueron sobre todo los curas, principalmente creo que Condou fue el responsable de la mística en los deportes y del nivel de competitividad que marcaba la diferencia con los intercolegiales. Hacía que estuviéramos orgullosos de pertenecer al San José, y lo apoyábamos a muerte.
Toda esa mística se reflejaba también en las otras actividades, teníamos a grandes profesores como Ferreira Gubetich, Villamayor, Chocho Benítez e Irala Burgos. Una anécdota que siempre recuerdo es que un viernes, que era el día de misa y habíamos salido del colegio para ir, “todo el curso” fue a la casa de Pachi Guccione, que vivía a una cuadra del San José. Eso motivó una serie de sanciones y llamados a los padres.