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Escrito por el Padre Enrique Granados Fuente: Catholic Link
La patria está herida, y la herida es profunda en el corazón, pero no es una estocada mortal, es simplemente una herida.
Esa herida tampoco es nueva, ahora quizás se ha manifestado con más fuerza por los embates de los tiempos presentes, porque las tormentas y los momentos difíciles hacen relucir lo mejor y lo peor de uno, y ahora nosotros estamos viendo con más claridad la profundidad de esta herida.
Está en el corazón, porque es de ahí de donde brotan las acciones del ser humano, las buenas, las bellas, las loables y también las malas y perversas. Por eso nuestra mirada y esfuerzo tendrá que estar en que cada uno se esfuerce por sanar las heridas más profundas de su corazón, solo así construiremos un país mejor, cualquiera que sea.
No pierdas la esperanza de un futuro mejor
Hay muchos que al ver a su país así, pierden la esperanza y se aproximan al futuro como algo gris o completamente negro. Otros han huido, no del país, pero sí de involucrarse con esta realidad y han hecho una opción por sí mismos, dejando de mirar al hermano y la realidad de un país que también necesita de ellos.
Otros han olvidado que el mal se vence a fuerza de bien, y se han cansado de hacer el bien, optando por sumarse a no a ser parte de la solución, sino parte del problema. Y por último otros quizás se convierten en los expertos y agudos analistas de los problemas, o en anarquistas «revolucionarios» pero sin plantear soluciones reales.
Pero también están los que tienen esperanza y no han dejado de luchar. No es que sean ilusos o vivan en otro planeta, sino que comprenden que sembrando principios y valores en sus hijos, es que se apuesta por algo mejor. Son aquellos que siguen apostando y creyendo que es posible curar esta herida y se esfuerzan día a día por hacerlo, comenzando por ellos mismos.
Los que, a pesar de descubrir este mal, siguen apostando por el bien. Aquellos que no dejan de mirar hacia lo alto y mirar a Dios, pero con los pies bien firmes en la tierra y así siguen una y otra vez apostando por un futuro mejor. Aquellos que ponen a Cristo como la roca sólida de su vida personal y familiar, para que cuando vengan las tormentas puedan mantenerse de pie.
Porque sería iluso pensar que no van a haber tormentas y tentaciones fuertes que nos van a querer arrebatar este suelo firme, que da una vida construida pacientemente sobre principios auténticos y verdaderos para todos.
El mal que ha entrado gracias al pecado
Nos encontramos ante un mal que se llama pecado, manifestado en cada una de diversas maneras como la corrupción, el robo, la mentira, el fraude, el odio y rencor, etc. Este se encuentra en seres humanos concretos, como tú y como yo.
Porque todos lo tenemos, pero la diferencia está en ser consciente de él o no serlo. En saber que debo luchar contra el pecado y esforzarme o simplemente dejar que gane terreno, llegando al punto que será el mal quien guíe y domine mi toma de decisiones.
Si dejo que esto suceda, ya no actuaré movido por el bien, sino por aquel mal que he permitido, que cual yerba mala crezca e inunde todo mi corazón. Por eso algunas veces nos encontramos con personas que parece que fueran malas en esencia, y es que lo que vemos es esa yerba mala que ha ocultado y marchitado todo el bien que Dios puso en su corazón.
Es lo que sucede cuando alguien, al asumir un puesto de servicio, solo ve en esto una oportunidad para conseguir, sin importar cómo, todo lo que ha anhelado económicamente para su vida. O personas que no ven en el otro a un ser humano, a un hermano, sino que lo utilizan para sus beneficios, llegando a la ceguera de incluso quitarles la oportunidad de cosas básicas como son la salud, la educación, la oportunidad de crecer con dignidad.
Creo que ejemplos sobran, para evidenciar la dureza a la cual puede llegar el corazón del ser humano que se ha alejado de Dios.
La herida es de todos, es momento de elevar la mirada a Dios
Esperanza: ¿cómo recuperarla o mantenerla ante la crisis? Es bueno aclarar que la herida no tiene partido político, ni clase social, porque la vemos presente en todos. Y esto es importante decirlo, porque algunos piensan que el problema es de los ricos, otros de los pobres o de los incultos. Otros piensan que la culpa la tuvieron los conquistadores españoles… portugueses, en fin.
Pero nada de eso, el mal está en todos lados y no hace distinciones de credo, raza o nación. Porque todos tenemos el corazón herido por el pecado, por eso resulta tan importante ser conscientes de ello y buscar trabajar con la ayuda de Dios, por ser cada día mejores.
Recordemos que nadie está libre de las tentaciones que son tan antiguas como la existencia humana. Por eso creo que detrás de muchos de los problemas que aquejan a nuestra nación hay un problema espiritual.
Es momento de mirar nuevamente a nuestro corazón y elevar la mirada a Dios. Recordar lo que Él nos dice. Somos hijos de Dios, y cuando alguien se olvida de esto, comete un gravísimo error porque mirará al otro como una cosa. Algo para ser utilizado para sus beneficios y no como lo que es: un ser humano con una grandeza y dignidad que le viene dada por el Creador.
Es muy importante volver a centrarnos en la familia
Verla como lugar privilegiado donde se siembra y se inculca esperanza y además se aprende a amar y ser amado. Donde se inculcan valores que serán los que llevarán a construir una patria con principios sólidos.
Por eso: «¿De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra». Me encanta este fragmento porque nos recuerda de dónde viene el auxilio. Pero unido a esta invitación que nos hace Jesús a ser luz: «No se enciende una lámpara para ponerla debajo de la mesa… Brille así vuestra luz delante de los hombres».
Es bueno tener este doble movimiento, me elevo a Dios y Dios me da esa luz para que lleve esperanza, verdad, honestidad, valentía, amor, caridad y servicio entregado a otros. En el fondo recordando que Dios nos ha puesto para que lo hagamos creíble con nuestras obras.
Al mirar a nuestro alrededor alegrémonos por aquellos hermanos que están al lado nuestro. Por la patria que Dios nos ha dado y ayudémonos a reconstruir el corazón de nuestro país, cualquiera que sea, siendo cada uno ejemplo para el otro. ¡No perdamos la esperanza!