El profesor Rolando Natalizia es la figura que hoy recordamos en esta sección donde queremos honrar a quienes hicieron historia en los capítulos del Colegio de San José.
Natalizia, mejor conocido y recordado como “Natacha”, tuvo una amplísima hoja de vida, rebosante de conocimientos plasmados no solo en numerosos escritos y publicaciones, sino también en numerosas aulas donde dejó su huella en las vidas de sus alumnos.
Nació el 18 de enero en Roccavivara, un pueblito italiano, en una zona de huertos y plantaciones. Era el tercer hijo de una familia de 8 hermanos y hermanas.
Su familia trabajaba y vivía del campo. Él fue el único que manifestó interés de proseguir con sus estudios una vez terminada la escuela elemental. En ese momento, la única posibilidad de proseguir sus estudios era un seminario de los Padres Franciscanos de la Sagrada Familia. Llegó a ser el “fraile Rolando”.
Luego, pudo continuar y concluir sus estudios en la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma, donde obtuvo los títulos de “Bachellor” en Filosofía y licenciado en esta disciplina. Cursó también el Doctorado para la misma, e incluso elaboró su tesis sobre “La concepción jurídica de Nicola Spadalieri”, aunque no pudo obtener el título porque, para ello, debía presentar 50 ejemplares publicados de esta.
Terminados los estudios, debía encontrar un trabajo. Estuvo a punto de emigrar a los EE.UU., pero no fue posible. En ese momento, conoció en Roma a Juan E. O’Leary, hijo de un diplomático paraguayo. Este le aconsejó viajar a Paraguay donde, “si no se metía en política”, todo le podría “resultar bien”.
Realizó, entonces, esta travesía, pero vendiendo antes parte de las propiedades de sus padres para solventar este viaje. En sus maletas llevaba también el optimismo de la familia, con la esperanza de progreso.
Una vez que llegó a Paraguay, participó de numerosos seminarios para formarse en la enseñanza superior, Lingüística, Literatura y Lexicología.
Sus primeros trabajos fueron cátedras de latín, en colegios del interior, principalmente en Paraguari. Años después, se instaló en Asunción.
No solo fue profesor en el San José, sino también pasó por el Colegio Nacional de Paraguarí, el Colegio Nacional de Niñas, el Colegio Internacional, el Colegio Goethe y las universidades Nacional y Católica. En todos estos lugares enseñó distintas materias relacionadas al latín, la literatura, y la lingüística general y española.
Además, se hizo presente en distintos cursos, cursillos, charlas y jornadas, exponiendo sobre los mismos temas.
Distinciones
Por decreto presidencial, el 12 de mayo de 1995, el jefe de Estado, Juan Carlos Wasmosy, le confirió la condecoración de la “Orden Nacional del Mérito”, en el grado de Comendador.
Escritos y publicaciones«Natalizia tuvo una amplísima hoja de vida, rebosante de conocimientos plasmados»
Citamos los títulos más importantes, de su autoría:
“Natacha” cursó un par de años la carrera de Medicina, pero finalmente debió dejarla para poder trabajar y, de esta manera, mantener a sus familiares. Algunos compañeros de aquel entonces recuerdan su sensibilidad, manifiesta en las flores que arrancaba del camino para dejarla en la morgue de la Facultad de Medicina, explicando “quién se va a acordar de los muertitos si no lo hago yo”.
En cuanto a sus alumnos, unos recuerdan su exigencia. Cuando se enojaba, agachaba la cabeza levemente, mirando por encima de los anteojos que resbalaban sobre su nariz. Tomando entre sus dedos una tiza, la arrojaba hacia el alumno díscolo – “de una manera extraña”, describen el lanzamiento de la tiza -, exclamando con voz dura “¡Analfabeto funcional”.
Otro reflejo de su seriedad se ve en la anécdota que otro exalumno (Cirilo Cáceres) cuenta: corría el año 1979, cuando este se colocó una regla de 60cm debajo de la camisa, por encima de los hombros, simulando una amplia espalda. Cuando el profesor entró en el aula, este alumno pasó al frente “pelando físico” y con los demás alumnos piropeándolo “¡qué físico, qué físico!”. Como la broma no terminaba más, Natalizia estiró la camisa del alumno, sacando la regla, rompiéndola en pedacitos y dictaminando “¡Cáceres, animal! ¡Váyase con su físico al patio y no aparezca más!”. Por demás está decir que Cáceres terminó “salvando” la cátedra de latín en febrero. Aún así, recuerda “¡Natacha era un capo!”.
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