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Carlos Raúl Ayala Corrales, exalumno de la promoción 1970, comparte recuerdos entrañables de los campamentos de Semana Santa e invierno de aquel año, que fueron escenario de aventuras, sustos y, sobre todo, de historias que aún resuenan entre quienes participaron.
El primer campamento de 1970 fue uno de los más grandes en cuanto a la cantidad de acampados, si no el más grande hasta la fecha. Entre los participantes se encontraba Miguel Morra Corrales, conocido cariñosamente como “Paí Condou”, quien un año después sería jefe de campamento.
Durante un paseo familiar en Centu Cue, Villa Florida, “Paí Condou” protagonizó un accidente memorable: al lanzarse de cabeza al río Tebicuary, se estrelló contra unas piedras, sufriendo una doble fractura de clavículas. Tras su recuperación, asistió al campamento de invierno con una coraza de yeso que cubría su torso como recuerdo de aquel infortunio.
La anécdota más destacada de ese invierno involucró a Miguel Olmedo, apodado “El Vivo”, junto a sus compañeros Manuel “Caso” Patiño, “Zaputo” Zaputovich y Kent Largo. Una noche, ante la inminencia de un supuesto asalto al campamento, el grupo decidió actuar. Equipados con la coraza de “Paí Condou”, tomaron la decisión de ir hasta la ruta para interceptar a los asaltantes. Su plan era esconderse y, al detectar la llegada de los intrusos, volver rápidamente al campamento para alertar a los demás.
Pero su estrategia no terminó como lo habían planeado. Decidieron colocar grandes piedras en la carretera para detener a los vehículos. Poco después, un auto apareció, y su conductor bajó para retirar las piedras antes de seguir su camino. En un acto de perseverancia, los muchachos volvieron a colocar las piedras. Para su sorpresa, el mismo auto regresó, y su conductor repitió la operación de quitar las piedras.
Lo que no sabían era que el conductor no era otro que Adán Godoy Jiménez, el entonces Ministro de Salud del gobierno de Alfredo Stroessner. Alertadas por él, las patrullas policiales no tardaron en llegar, y los jóvenes fueron arrestados. Al día siguiente, Carlos Raúl Ayala le pidió a Tati Zubizarreta que fuera al pueblo a gestionar la liberación del grupo. Al llegar a la comisaría, Tati los encontró barriendo el lugar, con “El Vivo” aún luciendo la coraza de yeso. El expediente de la comisaría registraba el caso bajo el nombre de “Caso Patiño”, un apodo que quedó grabado en la memoria de todos.
El regreso al campamento de los “presos” fue digno de héroes, gracias a una recepción organizada por Palito Dos Santos. Aunque los asaltantes no aparecieron esa noche, sí lo hicieron la siguiente, poniendo fin a una aventura que sigue siendo parte del folklore de aquellos legendarios campamentos.
Esta es la historia del origen de “Caso Patiño”, una de tantas que demuestran la camaradería, el ingenio y las experiencias únicas vividas en aquellos campamentos de 1970.