Entrevista a Mabe Andrada, ilustradora
Mabe Andrada se define como ilustradora y, al referirse a las distintas fuentes de inspiración, menciona la literatura, el arte en general, el trabajo de otros profesionales del rubro visual… y el café.
Mabe es la encargada de la edición de contenidos de esta revista, además de ser quien realiza las fotografías de la mayoría de los entrevistados. Sin embargo, en esta entrevista, conversamos sobre otro de sus intereses: la ilustración.
En esta nota nos cuenta cómo ha sido su recorrido al buscar “respuestas gráficas a necesidades estéticas” y nos da su opinión sobre la importancia de las Artes en una sociedad.
Respondiendo a la intención de esta pregunta, no tuve una “formación artística”, per se. Al menos, no una “académica”; yo estudié Ciencias de la Comunicación, con énfasis en Publicidad.
En un (muy) comienzo, mi “formación” fue autodirigida. De chica, de manera autodidacta, leía algunas historietas y veía películas animadas, y luego procuraba dibujar lo que había visto. Más tarde, por mucho tiempo, dejé de dibujar o pintar. Hace unos años comencé a tomar algunos cursos breves, un par presencial y “exprés”, y varios online.
De cualquier manera, más que autorreferirme como artista, prefiero el término “ilustradora”. Hay cierto debate sobre qué es arte y qué es ilustración; más allá de eso, prefiero hablar de ilustración porque esta aparece como una respuesta gráfica o creativa a una necesidad estética. Y escojo este término, ya que en mi rango de trabajos hay retratos familiares – pinturas con temática sacra, dibujos de mascotas, hasta cuadros decorativos.
Sí y no. O sea, si por formación específica entendemos carrera universitaria, creo que es posible ser artista, dibujante o diseñador sin haber pasado por la carrera de Artes Visuales. Existen muchos ilustradores que, de profesión, son diseñadores, arquitectos, ingenieros, publicistas, periodistas, etc. Aun así, creo que quien sigue una carrera especializada en artes visuales tiene una ventaja muy importante, en ciertos aspectos.
Por otro lado, no es posible dedicarse al arte o a la ilustración sin formación. Incluso quien nace con cierta habilidad para la observación o el dibujo, debe pulir o afianzar esta aptitud. Aunque uno haya estudiado una carrera universitaria distinta, es importante leer libros, tomar cursos – pueden ser a distancia -, aprender ciertos criterios básicos – incluso quien quiera romper reglas, por una decisión de diseño, primero debe conocerlas –, escuchar podcasts, conocer algo de historia del arte, etc.
Esta es una pregunta clásica, y un ilustrador español, Puño, responde con otra pregunta: “tú, ¿cuándo dejaste de dibujar?”. Porque todos los niños dibujan, aunque sean rayones de colores. Como Puño explica, si uno entra a una sala de kínder y pregunta “¿quién sabe dibujar?”, todos levantarán la mano. En primaria, ante esta misma pregunta, quizás unos diez levanten la mano. En la secundaria, con suerte un par lo hará. Entonces, la cuestión no está en empezar a dibujar o pintar, sino en seguir haciéndolo, de manera consistente y, eventualmente, añadiendo algo de disciplina o una guía para mejorar en esta actividad.
La verdad, no lo hice. Cuando era chica, me propusieron hacer algunos dibujos para ciertos materiales editoriales. Luego, como dije, con el tiempo dejé de dibujar, me enfoqué en estudiar otras cosas, etc. De manera más reciente, comencé a realizar algunas ilustraciones para clientes. Pero no me lo “propuse” como una salida laboral. Un cliente trajo a otro, y así consecutivamente. Pero sigue siendo mi “segundo empleo”, tengo otras actividades profesionales.
Esta es otra pregunta clásica. Muchos artistas e ilustradores se obsesionan en desarrollar un estilo propio. Pero, finalmente, comparto la opinión de algunos ilustradores que me inspiran, que han llegado a la conclusión de que es el estilo el que encuentra al ilustrador, como un resultado del propio gusto y la práctica. A veces, creo que también depende del medio o técnica pictórica escogida. Por otro lado, no creo aún tener un estilo definido.
Me inspiran otros ilustradores, algunos artistas clásicos. La tecnología nos permite aprender mucho y de manera muy cercana de otros profesionales alrededor del mundo. Así, podemos interactuar con artistas de Estados Unidos, de España, de Londres, de Rusia, de Tokyo, etc., preguntarles sobre sus procesos creativos, pedirles recomendaciones de materiales o de lecturas, etc.
También la literatura. Los libros son imágenes creadas con palabras, que luego quisiera reinterpretarlas con pintura. Escuchar algunos podcasts de otros ilustradores. Cuidar mis plantas. Tomar café. Mucho café.
En su opinión, ¿qué valor tiene en la actualidad y en la sociedad el aporte creativo?
Voy a responder con palabras ajenas, uniendo mensajes de dos santos. San Juan Pablo II tiene una bellísima carta a los artistas, donde dice que “la belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una invitación a gustar la vida y soñar el futuro”. Por esto, invita a los artistas, diseñadores, músicos, etc. y a “quien percibe en sí mismo esta especie de destello divino que es la vocación artística (…) advierte, al mismo tiempo, la obligación de no malgastar ese talento, sino de desarrollarlo al servicio del prójimo”. Y, para quien aún tenga una duda, afirma: “La sociedad, en efecto, tiene necesidad de artistas, del mismo modo que tiene necesidad de científicos, técnicos, trabajadores, profesionales”.
Acá hago referencia al segundo santo, San Josemaría, que decía que “las Artes estimulan la contemplación de la belleza y ayudan a sobrellevar el peso de un trabajo que, por tantas circunstancias, hoy es más fácil que agote y rinda a los espíritus”.
Creo que todos podemos dar fe de esto: de cómo ayuda, luego de un día pesado, ver una buena película o poner una música reconfortante; cómo reconforta ver fotografías que capturaron momentos importantes, cuando uno quiere tirar la toalla (en lo que sea); o cómo mirar una pintura a veces se transforma en una elevada contemplación.
Solo remarcar la respuesta anterior; quien quiera dedicarse a una profesión menos “tradicional” – léase, música, pintura, cine, etc. -, que se sacuda el miedo, la frustración, la inseguridad… o que aprenda a caminar con ellos, pero animándose a hacer eso que le gusta o a lo que se siente llamado.
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