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Entrevista a Víctor Arréllaga, exalumno de la promoción 1977
Si se habla del Campamento Del San José, se pueden escuchar cosas buenas como algunas pocas más bien negativas. Fueron las segundas las que llevaron a que durante un tiempo este desapareciera de entre las actividades organizadas por los alumnos del colegio. Pero fueron, de la misma forma, sus aspectos positivos los que hicieron posible que la promoción del ’77 lo rescatara, afirmando de esta manera que es parte importante de la tradición sanjosiana y que se debe de hacer todo lo posible para evitar que la misma se desvirtúe y acabe por extinguirse.
¿Qué lo llevó a involucrarse en el campamento?
Desde mi niñez, siempre quise ser boy scout. Siempre admiré a los boy scout. Nunca pude serlo, ni siquiera llegué a saber bien cómo serlo, en qué consistía. Cuando me mudé al San José en el primer curso (actual 7° grado), lo que primero me atrajo fue la invitación a los campamentos. Lo relacioné directamente con los boy scouts, y así fue que llegué con mucho entusiasmo al campamento. Participé de todos los que se organizaron durante mi paso por el colegio. En el ’72, entonces, durante mi primer año en el San José, asistí a un campamento en el que hacia de jefe del campamento Carlos Luis Quevedo. También asistí a los que sucedieron a este, ya que anteriormente se hacían hasta tres campamentos al año. Fue en el ’73 cuando se organizaron los últimos campamentos de esa “tanda”. ocurre que en ese momento había algunas complicaciones en los campamentos, algunos accidentes que tuvieron lugar durante los asaltos. De cierta forma, creo que era parte de la “tradición”, no por el hecho de que estuviera bien accidentarse, lesionarse o algo parecido, sino porque eran situaciones posibles que podían darse durante las actividades. A raíz de esto y a continuación, se suspendió la realización de campamentos durante aproximadamente tres años.
¿Cuándo se retomó la organización de campamentos?
Creo que comandos de campamentos anteriores, José Antonio Lima o Ricardo Moreno, quienes tenían la experiencia de años anteriores fueron quienes intentaron revivir la actividad, junto con el P. Joaquín Chivite, recién llegado de España. Sin embargo, ocurrió que este había venido con ideas un poco distintas al espíritu del campamento que conocíamos. Fue así que se organizaron algunos en los que se dormían en carpas, con un concepto un poco distinto. Se los llaman “Campamento de la alegría”. Hay que decir que no tuvieron mucho éxito, porque eran más bien del estilo boy scout, diferentes a los que tuvimos antes. Pero fueron el comienzo para reanudar los que deseábamos recuperar.
¿Cómo fue que se reanudaron con los campamentos tradicionales?
Cuando llegué al sexto curso (actual 3° curso), nos reunimos con José Antonio Lima, el P. Chivite y un grupo de compañeros de entre quinto y sexto curso. Hablamos de organizar nuevamente un campamento con las bases en la vieja tradición. Fue entonces, en el campamento del ’77, en el reinicio del campamento tradicional, que fui designado jefe del mismo.
¿Quiénes fueron parte de los comandos de ese año?
Recientemente hice memoria con algunos compañeros de la época, intentando reconstruir la lista completa de quiénes fueron parte de los comandos del ’77. Agradezco a los compañeros Arsenio Ñito Ocampos y Walter Biedermann, con quienes rememoramos estos años – ellos más que yo – para intentar armar la siguiente lista: estuvo como jefe de policía Arsenio Ñito Campos; Manfredo “Tete” Ramírez como jefe de cultura; Walter Biedermann en sanidad y guardia; creo que César López Bosio en deportes; Jorge González Arréllaga (ya fallecido) en servicio técnico; Javier Moreno en la intendencia; Luis Canillas también estuvo con nosotros, pero no recuerdo cuál fue el cargo que ocupó; el pa’i Chivite fue nuestro capellán. Fue un lindo reinicio, volvió la guardia, el santo y seña, los asaltos… creo que es una tradición que hay que mantener, y cuidarla para que no se desvíe.
«Nuestro objetivo fue retomar la tradición, pero evitando hechos violentos. Creo que lo conseguimos»
Nuestro objetivo fue retomar la tradición, pero evitando hechos violentos. Creo que lo conseguimos. Pienso que es algo que hay que cuidar permanentemente para evitar los desvíos, para que el campamento no se desvirtúe. Aunque no manejo muy bien la información de la índole de los problemas que volvió a encontrar el campamento luego de esto, con el tiempo, sé que hubo nuevas dificultades. Aun así, creo que esta tradición debe mantenerse.
¿Hubo algo distintivo de este nuevo campamento que organizaron?
Anteriormente, para “tomar el campamento” se lo “tomaba” al jefe de campamento. Por eso, este siempre iba resguardado, ya que él era el objetivo. Siempre se lo cuidaba de manera especial, con guardias o se lo resguardaba en una pieza. Eso siguió, pero añadimos algo más simbólico, que fue la toma de la bandera.
La bandera se ubicaba en el pasillo, en medio de la casa, sobre una silla. Ella era el símbolo de la toma del campamento. Esto se convirtió en una nueva tradición que se mantuvo en el tiempo.
Fuera de esto, fue un tradicional campamento, con sus fogones, músicas, eventos deportivos, campeonatos de fútbol, la práctica de la preparación de las comidas y las mesas, con paseos al cerro de San Bernardino –en aquel momento inhabitado-, la cúpula (un observatorio astronómico de principio del siglo xx). Fue un campamento espectacular.
¿Existió algún aspecto que debió mejorarse con el tiempo?
No recuerdo ningún “fracaso”. Pero la toma de la bandera en un inicio era algo muy fácil, se convirtió en una ventaja para los asaltantes. Eso luego se fue cuidando, para evitar que así fuera.
¿Tiene alguna idea de cómo continuaron los campamentos luego de esta “reapertura”?
Se mantuvo muy bien durante muchos años, aunque entiendo que en un momento determinado volvió a sufrir un corte. También sucedieron cambios, como en la locación del campamento. Pienso que lo obligatorio con el paso del tiempo es el cambio; las cosas cambian, no puede seguir todo de la misma manera. Si todo sigue igual, va a morir. Hay que adaptarse. Supongo que los cambios que debió atravesar el campamento fueron positivos, y de ahí que se mantenga vigente hasta hoy día.
Lastimosamente… nuestros nombres que quedaron inscritos en las paredes del local de San Bernardino se perdieron. Pero el campamento perdura.