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Fuente: Fragmento adaptado del texto original de Roque Vallejos, presidente de la Academia Paraguaya de la Lengua Española.
El profesor Hugo Ferreira Gubetich nació en Asunción, el 17 de diciembre de 1909. De él han destacado su sabiduría, capacidad de observación y análisis y una capacidad única para emitir juicios de valor.
Su bachillerato lo realizó en el colegio San José y lo culminó en el prestigioso Colegio Nacional de la Capital. Culminó estos estudios propedéuticos con notas sobresalientes y su insaciable sed de saber lo llevó a ingresar en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales donde estudió por varios años, aunque sin culminarla, como si le resultaran andadores intelectuales que no precisaba.
EN BATALLA
Movilizado durante los incidentes del Fortín Vanguardia (1928), cuando el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, General de División Patricio Alejandrino Escobar (hijo del héroe de Ypecuá), llamó a los ciudadanos -desordenado llamamiento- para defender el Chaco, cuya invasión por los bolivianos sólo frenó la conminatoria advertencia que le hiciera el ilustre canciller chileno Conrado Ríos Gallardo, a quien el Paraguay guarda honrosa gratitud.
Entre los primeros egresados de la escuela de aspirantes a oficiales de reserva -creada visionariamente por el Cnel. Camilo Recalde- estuvo el Teniente Segundo Hugo Ferreira Gubetich. Su posterior actuación en la contienda chaqueña (1932-1935), le permitieron llegar al grado de capitán y ser merecedor de la más valiosa presea chaqueña: “La Cruz del Chaco”, otorgada, exclusivamente, al valor militar.
Desde el punto de vista pedagógico enriqueció la enseñanza de la geografía mostrando que no solo era continente sino contenido.
EN LA EDUCACIÓN
Terminada la guerra ocupó algunos cargos públicos, burocráticos que de ningún modo podían satisfacer las exigencias de su culto espíritu. Fue así que se acercó a la docencia primero en el ciclo primario, y luego el secundario.
Audidacta en su formación pedagógica, leyó con provecho al gran educador argentino Lorenzo Luzuriaga, a Carlos Mantovani y a Frica de Mantovani. El gran pediatra argentino Prof. Dr. Florencio Escardó, quien visitó el Paraguay en la década del 70, quedó admirado de su libro Geografía del Paraguay, escrito con claridad, sencillez y un dejo de donosura.
El Prof. Ferreira Gubetich, socio fundador de la Sociedad Paraguaya de Investigaciones de Estudios Geográficos y Miembro Honorario Vitalicio del Instituto de Historia y Museo Militar, se dedicó de una manera completa a enriquecer su libro, llegando éste poco antes de su muerte, a la decimoséptima edición, mérito aún mayor si se tiene en cuenta que jamás tuvo una actitud benevolente a los infortunios políticos de un régimen que nos llenó de oprobio durante 35 años.
Desde el punto de vista pedagógico enriqueció la enseñanza de la geografía mostrando que no solo era continente sino contenido. Por ello, estudió la geografía humana; la geografía física, la geografía económica, la geopolítica, la geografía histórica y la geografía aplicada a las demás ciencias. En las últimas ediciones de sus libros se aprecia ya su visión ecológica del mundo. La reverencia por la vida vegetal y animal y también el cuidado de los suelos, nuestras riquezas orográficas e hidrográficas, la valoración de nuestros esteros y tembladerales, sus sabias advertencias contra la tala indiscriminada de nuestros bosques, el descuido inadmisible de nuestra fauna donde especies en peligro de extinción estaban a merced de turistas depredadores o de conciudadanos inescrupulosos.
EN LA OPINIÓN PÚBLICA
Sufrió vejámenes y prisiones de los censores de una dictadura analfabeta que no discernía la crítica constructiva del mero nihilismo.
La opinión pública, indignada por tamaña injusticia, merced a la presión que la moral ciudadana ejerce inexorablemente sobre las fuerzas políticas, por recalcitrantes que fueran, permitió su liberación, dejando las mazmorras del régimen nimbado por el aura heroico propio de los perseguidos inocentes.
Años después, un ministro ecuánime y patricio le otorgó por resolución N° 749 la “Medalla del Reconocimiento”, donde se hace un verdadero inventario de méritos de un maestro que pese a acercarse a la edad provecta tenía dentro de sí el llamear inextinguible que los sutiles griegos llamaron la antorcha eterna.