José Cubilla nos explica la filosofía que busca transmitir desde su trabajo profesional, contemplando la arquitectura desde una perspectiva respetuosa con los espacios en los que impacta.
José Cubilla es arquitecto, recibido en Paraguay y exalumno del Colegio de San José promoción 1987. Además de realizar cursos, posgrados y doctorado en el exterior, cuenta que tuvo la experiencia de viajar bastante: “gracias a la arquitectura, pude conocer el mundo”. Esto se debe, en parte, a que su trayectoria le ha permitido brindar conferencias y workshops en México; Bogotá, Colombia; San Paulo, Brasil; Austin, Texas; Tesalónica, Grecia;Venecia, Italia; Talca Chile; Piura, Peru, y en LIGA Espacio para Arquitectura en la Ciudad de México.
Cabe mencionar que en el 2020 fue nominado al premio Global Award de la Unesco; en el 2019 es coordinador local de la XI BIAU en Asunción, Paraguay. Antes, en el 2018 finalista al Premio “BSI Swiss Architectural Award” (Mendrisio), para arquitectos menores de 50 años y su obra fue seleccionada en el Premio ON por la Redbaal. Además, en el 2016 fue finalista del Premio Mies Crown Hall Américas Prize, y Emerge IIT College of Architecture de Chicago (por el Edificio San Francisco).
Su trabajo ha sido premiado en la X Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo de Sao Paulo (por el Edificio San Francisco), en la XX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito (por la Vivienda Takuru), en la VII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo de Cádiz (por la Casa del Pescador en Villa Florida), por la Asociación Paraguaya de Arquitectos y la Comisión del Bicentenario con el Premio Nacional de Arquitectura Emergente, y por la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos como Arquitecto de Las Américas.
Actualmente, cuenta con un estudio en el cual, según menciona, sus miembros aportan continuamente nuevas ideas. A fines de la pandemia, expresa que “uno se va reinventando en la manera en que trabaja”. Por ejemplo, el profesional cuenta con ayuda desde Colombia o dibujantes desde Argentina, algunos colaboradores suyos que actualmente aportan desde otros lugares.
Hace poco estuve como invitado en Gramo. En el patio del colegio fui para mostrar algunos trabajos, algunos conceptos, algunas filosofías. Está enmarcado no en esa búsqueda de estilo o tendencia, sino una comprensión más holística de nuestro tiempo y de cómo actuar en él.
La historia de la arquitectura es también una historia técnica y de tecnología. Entonces, uno va evolucionando en ciertas cuestiones. Pero también, al observar un tiempo, se encuentra un exceso de malas acciones. Hay que rever ciertas cuestiones.
Se trata de cómo entender nuestra contemporaneidad, cómo entendemos nuestros tiempos y cómo debemos actuar en tiempos de muchos excesos, de una increíble cantidad de productos que se hacen sin ningún objetivo claro más que el económico.
Hay veces en que hay productos que tal vez deberíamos desecharlos, pero los estamos volviendo a usar. Como docente, suelo hablar mucho de esto en mis clases – pues también estoy como profesor en la UNA, la Católica y otras universidades latinoamericanas, donde estoy como invitado.
Invito a esta reflexión: cómo nosotros entendemos qué tiempos vivimos y cómo debemos actuar.
Algo que tenemos, como la tierra en nuestros pies, puede volver a surgir de sus cenizas y puede volver a ser muro de tierra compactada. Es una tecnología primitiva, pero genera cero impacto económico y está al alcance de cualquiera.
Al final, todo lo que hablamos sobre tecnología suiza o alemana es costoso para el común de la gente, pero, al final, el arquitecto es contratado solo por el 1% de la población. Mucha gente construye sin arquitecto, con sus propias manos, con sus amigos o primos. Esa es una realidad y creo que hay una falla.
A mí me preocupa que no podamos estar en las gestiones públicas o cotidianas de personas que necesitan una ampliación de su dormitorio, una orientación de su cocina o una ventilación de su baño. Es decir, cosas mínimas. Al final siempre estamos como buscando el gran proyecto en un estudio. Hoy día, hay un mundo por mejorar y por hacer, esta es una profesión magnífica que tiene esa posibilidad.
No es una nueva filosofía. Los muros anchos y las bóvedas los hacían ya los sumerios, los romanos, por ejemplo. Son filosofías que se fueron perdiendo con el tiempo por las nuevas corrientes que fueron apareciendo, y me parece bien.
Lo interesante de eso es que hoy día, por ejemplo, se está pensando en una tecnología para que, en vez de tener prendidos veinte aires acondicionados en tu casa, se pueda pensar en un nuevo sistema de ventilaciones o sistemas como el pozo canadiense. Es decir, otros sistemas que son económicos porque ahorrás energía o directamente tratás de que tu techo no se caliente.
Hay formas muy sencillas de resolver problemas. Se puede hacer un techo verde, por ejemplo, que genera un microclima diferente que le da más oxígeno y de paso regalás flores a todo el barrio.
Hay una posibilidad de pensar las acciones que hacemos en beneficio no solo de una persona sino de toda una comunidad, de un barrio, de una ciudad. Creo que cada acción que hacemos, aunque sea privada, siempre va a ser finalmente pública, va a tener un impacto.
Cuando hacemos un edificio vidriado calienta al que está al lado. Quizás debamos repensar si es necesario hacer un proyecto como ese. Cuando hablo de contemporaneidad, hay que ver cuál es nuestra acción inteligente en momentos como hoy, cuando tenemos muchísimos productos y muchísima información. Deberíamos filtrar lo que produce todo este exceso de materiales o exceso de intenciones en nuestro actuar inteligente, en nuestro territorio, que es de todos.
Es un sueño que tengo como arquitecto: que podamos actuar mejor. Uno camina por la ciudad y ve nuestros arroyos contaminados, un lugar caliente y nuestros árboles podados. Es un tema que hace rato debimos haber resuelto, pero parece que estamos increíblemente desorientados.
Como arquitecto puedo decir una cosa y como ciudadano otra. Desde pequeñas acciones, como separar tu basura, dividiendo los desechos en orgánicos e inorgánicos, ya estás ayudando a que se pueda mejorar una gran cantidad de aspectos. Con eso ahorrás el agua con que se tienen que limpiar las basuras que están contaminadas con aceite y agua, con restos de comida.
Con pequeñas acciones (como no tirar basuras cuando hay raudales) uno va a ayudar a hacer una ciudad nueva. Pero cómo repensar en hacer una nueva ciudad es un planteamiento interesante, porque al final actuamos con base en un grupo humano que nos dirige y que debe tener un equipo inteligente capaz de resolver una gran cantidad de problemas.
Soy muy crítico a muchas cuestiones que hacen a la ciudad, y lo puedo decir desde una visión más técnica como arquitecto y también como ciudadano que desea que nuestros parques estén mejor.
Como cuando celebramos la construcción de viaductos o celebramos una circunvalación, generando humo al lado de un pulmón verde que nos está proporcionando oxígeno, es una acción contradictoria.
Simplemente planteo cómo ordenar estas energías. Preferiría que toda esa energía se use para revitalizar el microcentro capitalino, donde hay lugares vacíos. Tenemos una maravilla de ríos y de naturaleza, pero preferimos mirar para afuera.
Ahí es cuando estamos equivocados y confundidos. Creemos que lo de afuera va a ser siempre mejor, por eso de repente no queremos vacacionar en nuestro país, pero tenemos un maravilloso país y maravillosos lugares, pero no los respetamos, tampoco nos respetamos entre nosotros mismos.
Como arquitecto, me doy cuenta de que no estamos viendo nuestro territorio. La gente compra terreno y echa árboles.
Como ciudadano y exsanjosiano, puedo decirles que la construcción de una ciudad se hace con mucho respeto y entre todos. Hay que configurar ese lugar para que pueda ser mucho más habitable, respirable y vivible. Me gusta mucho una frase de Humberto Maturana, un gran pensador chileno, que decía: “El mundo en que vivimos es el mundo que nosotros configuramos y no el que encontramos”.
Si nosotros encontramos un lugar, tenemos que configurarlo inteligentemente. Podemos destruirlo o podemos mejorarlo. Trato de dar, desde la acción arquitectónica, un pensamiento crítico a lo que hacemos y somos autocríticos, nos podemos equivocar. Otra frase que tengo anotada dice: “No solo eres responsable de lo que haces, sino de lo que no haces, no defiendes y lo que callas”.
Es momento de levantar las voces para exigir un mejor lugar, con respeto, para que podamos convivir, en un momento de tanta intolerancia y contradicciones, donde ya no creemos en lo científico. Hay una especie de posicionamiento por ideologías y posturas, porque creemos en lo que dice uno y no en lo que dice el otro.
Entonces, ante este bombardeo actual debemos ser muy serenos y sabios para filtrar ciertas cosas y buscar lo que es común entre todos, que es la búsqueda de un lugar mejor para vivir. Es un mensaje que quiero darles a mis tres hijas y para todos.
El tema sostenible o sustentable es interesante cuando se comprende lo que realmente es, porque si no, lo usamos como una palabra de moda o para que tu zapato que se vende “sea sustentable” y tener mejor precio, pero debería ser al revés: lo sustentable debe ser de menor precio y no de mayor precio para que todos puedan usar un zapato que no haya hecho nada que destruya el medio ambiente o el lugar. Son contradicciones de ciertas palabras que se vienen usando. Para nosotros, lo sostenible es el inicio de toda nuestra investigación, es como respirar, no hay un objetivo, no hay una arquitectura sustentable o sostenible, sino que hay arquitectura que debe ser sostenible y sustentable de por sí.
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