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Entrevista a Antonio Cubilla, exalumno de la promoción 1962
Antonio Cubilla fue presidente de la Academia Literaria en el ’62. De aquel entonces recuerda las principales actividades que realizaban y cómo fue que la misma impactó en su desarrollo personal y profesional posterior.
¿Qué nos puede referir de sus últimos años de colegio?
Yo participé en varias actividades del colegio, estuve muy activo en atletismo; representé al colegio en torneos internacionales, hacía carreras de 100 y 200m, también salto triple. Representé al colegio y al Paraguay en un torneo sudamericano que se hizo en Chile en el año 1961, salí cuarto entre veinte competidores en la carrera de 100m. Hice una marca de 10.7, que hasta ahora no se hizo en Paraguay desde la marca récord que era 10.4 en la década del 50. Esa fue una actividad que me apasionaba mucho. Lo hacíamos con un grupo de compañeros.
Fui también a varios campamentos, me gustaba ir a ellos. En uno José Monti fue el jefe del campamento y me ponía en la intendencia que manejaba la cocina, los alimentos… ese tipo de cosas.
Luego está la academia literaria, que fue mi actividad más querida. Fui académico 3 años, en los últimos tres años del colegio. Cuando estuve en 6º curso fui presidente de la academia, publicamos una revista, la revista Estrella, anual.
¿Algún hecho notable que recuerde, durante su presidencia de la academia?
Hubo un conflicto con la publicación de la revista, porque teníamos para la tapa la imagen de una mujer, parecía una Virgen más bien. La había dibujado Olga Blinder, que era asesora nuestra en la academia y amiga nuestra. Nos hizo un xilograbado y lo utilizamos para la portada de la revista. Se enteró el director del colegio y me llamó, un sacerdote de apellido Badí. Y me prohibió que publique esa imagen porque la artista era comunista. Por supuesto, igual la publicamos. Recibí algunos castigos indirectos, pero no le hicimos caso. Por suerte no pasó nada; la academia era muy libre. Las actividades siguieron desarrollándose con toda normalidad.
¿Contaban con asesores?
El Padre Alonso ya no estaba, en los primeros años él era nuestro asesor. Luego él volvió a España.
Vino un sacerdote de apellido Rodríguez a reemplazarlo y quiso dirigir la academia a su estilo. Luego lo “echamos” y nos quedamos sin asesor. Fue entonces que conseguimos asesores externos, por ejemplo, Josefina Pla, Rubén Bareiro Saguier, Carlos Villagra Marsal, Olga Blinder, etc.
¿De qué manera se desarrollaban las sesiones en aquel entonces?
Teníamos las sesiones de la siguiente manera: había una mesa donde estaba el presidente de la academia, el secretario y una tercera persona, que habría sido el tesorero. Mi secretario fue Gustavo Laterza, lo recuerdo. Había mucha actividad, los académicos exponían temas libres. Se improvisaba, era una especie de ejercicio de retórica. También había lectura de trabajos, lectura de poemas. Y, lo que más me interesó, fue la crítica literaria. Cada año la hacíamos a grandes personalidades de la literatura en el mundo. Me acuerdo que a mí me tocó hacer una crítica a un libro de poemas de Pedro Salinas, un poeta español no muy conocido aún en esa época. Igualmente, se destacaba como poeta difícil, conceptista. Ese trabajo ganó un premio en la academia francesa.
Después de muchos años Pedro Salinas ganó el premio Nobel, pero nosotros ya lo teníamos identificado desde antes, como 20 años antes. Así, conocíamos la literatura del momento.
¿Cómo impactó el haber sido académico con su posterior vida profesional?
Mi actividad dejó de ser literaria, fui a la actividad médica y científica. Me impactó el trabajo de la academia para tener una inclinación intelectual.
Nunca dejé la literatura. Creo que tres fenómenos me marcaron: el tratar de adquirir conocimiento actual, la reflexión sobre ese conocimiento y, el legado más grande, la profundización.
Hasta hoy día busco ese reflexionar y buscar una explicación definitiva, esa es la profundidad, en definitiva, y es lo que en la ciencia hacemos todo el tiempo. Uno observa, uno reflexiona, uno profundiza y teoriza, y así puede encontrar algo nuevo. Eso buscábamos en la academia, encontrar algo nuevo, algo original, cuando escribíamos. Tener un estilo propio.
En la parte científica, es lo que hacemos: ser diferentes, encontrar lo que otros no han hallado aún. Ahí encuentro la analogía entre esa experiencia literaria juvenil y luego la experiencia científica de los años maduros.
Brevemente, ¿nos indicaría a qué se ha dedicado, profesionalmente?
Hoy día tengo dos actividades principales, una es la investigación científica y otra es el diagnóstico patológico de cáncer. Son dos actividades paralelas que están un poco imbricadas y a la vez se diferencian, son muy diferentes. En una tratamos de encontrar cosas nuevas, publicar nuevos fenómenos científicos, y en el caso del diagnóstico buscamos identificar las lesiones para que los pacientes puedan ser apropiadamente manejados.