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Semblanza de un integrante de la comunidad religiosa de la historia del San José, extraída del libro del Padre Cesar Alonso de las Heras
Fue un educador, un maestro que coadyuvó en la gran tarea del san José, con su conciencia histórica que recordaba a los alumnos los grandes momentos, honrosos o tristes, del acontecer del colegio. Con todo, una vida religiosa sencilla y seria que apuntalaba su abnegación y fidelidad.
El Hermano Laurent nació el 27 de marzo de 1888, en Montaut, pueblo vecino (a un kilómetro) de Bétharram, que por consiguiente conoció, visitó de niño y allí más de una vez rezó.
Sin embargo, cuando a los quince años siente el llamado del Señor, no se dirige a la Congregación del Sagrado Corazón. Allí, sin embargo, su hermano René había fallecido hacía poco, siendo aún escolástico (seminario mayor), con apenas 21 años. El joven Laurent entró en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, no lejos de su pueblo, en Mauleón (País Vasco Francés).
Eran tiempos de persecución en Francia: las Congregaciones fueron disueltas. El candidato se dirige entonces a Bétharram que también acaba de evacuar, por el mismo motivo. Miembros jóvenes de la Congregación son enviados directamente a América. Allá va él también en 1904, con 16 años. Ese año se abría el Colegio de Asunción.
La travesía -era con varios jóvenes sacerdotes- tuvo sus peripecias: huelga en Marsella, antes de navegar, huelga en el Puerto de Buenos Aires, lo que obligó a los viajeros a cargar con todos los bultos ante la mirada irónica de los changadores.
LLEGADA AL SAN JOSÉ
El hermano Laurent empieza pronto su noviciado en la casa de Almagro (inexistente ya) y profesa el 3 de febrero de 1906. Allí pasó también ese año, y en 1907 fue destinado al nuevo Colegio San José de Asunción; ese primer destino durará toda su vida: sesenta años de Paraguay.
Y pronto, la figura inconfundible: a sus características somáticas, cierta redondez de formas, un rostro apacible, una perilla y bigotito, añadía un “empaque pulcro y modesto para la misa de los domingos, o una limpia y transparente cotidianeidad… sin sobresaltos y oropeles, remansada y profunda como una fuente sorbiéndose a sí misma” (Descripción del ex-alumno Ramiro Dominguez, en carta al P. Alonso).
Sí, en esa fidelidad cotidiana, en ese heroísmo de la rutina, pasó M. Laurent esos sesenta años de vocación del deber bien cumplido en favor del colegio, de sus alumnos y exalumnos, del Paraguay en suma. Era una donación a la Obra total. iHabía que oírle con qué entusiasmo hablaba de su Colegio, el celo que ponía en todo lo que atañía a él!
Y qué heroísmo: ¡celador de estudio durante 27 años! Ojo avizor, desde su tarima, a ese mundo de alumnos, cuyos apellidos se iban repitiendo a Io largo de los años. Insistía en que había que estudiar, preparar lecciones; había que escribir, realizar los deberes subsiguientes.
Cantaba estupendamente y con los PP. Berdou, más tarde también Gontaud, “acompañados” por el P. Noutz, daban relevancia a las solemnidades religiosas y también a los responsos que se rezaban, mucho tiempo, en la iglesia de la Recoleta.
EL FINAL DE SU VIDA
El 11 de septiembre, en Asunción, el legendario “Monsieur Laurent” (Hno. Laurent Palisses), terminaba su hermosa carrera: tenía 79 años y dedicó su vida en Paraguay durante 60 años. Hacía unos meses que decaía: arterioesclerosis. Luego una radiografía detectó una úlcera en el estómago.
Volvió al Colegio a pedido suyo, “agarró frío”. Se lo hospitalizó de nuevo el 9 de septiembre. El 11 de mañana se declaró una fuerte crisis de uremia. A las 11 de la mañana, un infarto: media hora después, todo había acabado. El P. Saubatte le había llevado la comunión por la mañana. Lo expusieron en el mismo estudio donde durante tantos años había atendido generaciones de alumnos.
Uno de ellos, José María Bonnín, el día siguiente, en los funerales, ante gran multitud, se hizo intérprete de los sentimientos de todos. Elocuente discurso, pero más elocuentes aún las lágrimas de los antiguos alumnos, que veían desaparecer al que, para ellos, era “la reliquia viva del viejo Colegio de San José”.