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Entrevista a Eduardo Livieres y Roger Ayala , exalumnos de la promoción de 1985
La tradición del san José exige a todos los que forman parte de la institución la excelencia en todo lo que hacen, desde los exámenes, la disciplina…y, ¿por qué no? Las fiestas. Así lo aseguran Eduardo Livieres y Roger Ayala Ferrari, exalumnos de la promoción de 1985, quienes nos hablan de sus años de sanjosianos rememorando la autoexigencia que por aquellos tiempos los mismos alumnos se imponían.
¿Qué representó haber recibido la medalla de oro en su promoción?
EL: Nosotros teníamos un grupo que era muy divertido pero que al mismo tiempo era muy estudioso. No existía una competencia entre nosotros, sino que cada uno hacía su mejor esfuerzo, no para sacar una mejor nota que alguien más, sino simplemente por condición propia. éramos 10 personas en el curso y todos teníamos buenas notas, de hecho.
RA: La verdad que es cierto que nunca competimos con nadie, siempre era algo muy espontáneo y teníamos una dedicación al estudio que era tan poderosa como la que le teníamos a la farra y a la joda. Todo eso fluía naturalmente, no pasaba eso de que si uno era un poco travieso ya sacaba malas notas.
¿Creen que existe una diferencia entre esa autogestión de antaño con lo que se ve hoy en día en cuanto a la disciplina que se imparte?
EL: Yo creo que todo eso depende del grupo y de las personas que lo integran, siempre hay personas que tienen un objetivo inculcado – sobre todo por los padres – de ser los mejores alumnos y tener las mejores notas, ya que eso obviamente tiene una incidencia importante en el futuro, así que pueden existir personas competitivas en ese sentido.
No obstante, a nosotros no nos tocó ese ámbito en la época de colegio, pero también pueden existir actualmente grupos como el nuestro, que tomaba todo como un desafío interno, buscando una satisfacción también interna, haciendo el mejor esfuerzo para obtener la mejor nota posible. Yo creo que a lo largo de las promociones hay gente que compite y gente que no.
RA: Creo que lo que el colegio nos enseñó por sobre todo es la filosofía de luchar por la camiseta, de querer siempre lo mejor para la institución y, ya que uno la representa, buscar siempre hacer buenas cosas. Nosotros íbamos más por ese lado, y eso me sirvió muchísimo en la facultad, así como cuando viajé a Francia posteriormente.
Es muy bueno contar con una autodisciplina que no tenga nada que ver con la disciplina que responde a otra persona diciéndote que tenés que estudiar, sino simplemente la que tiene que ver con una exigencia propia de querer representar de la mejor manera a tu colegio y a tu país.
¿Las enseñanzas recibidas durante su paso como estudiantes les sirvieron en la educación superior?
EL: Sí, de hecho yo seguí Derecho y actualmente soy abogado. Recuerdo que en aquella época éramos de los pocos colegios que tenían exámenes orales, lo cual me sirvió mucho ya que en la Facultad de Derecho el 90% es rendido de esa manera. A nosotros eso nos dio un entrenamiento que otros compañeros en la universidad no tenían.
A partir de lo que hoy se conoce como 9° grado ya contábamos con exámenes orales en varias materias, sobre todo en historia, donde era casi una tradición. Si no se terminaban en el día se seguía el día siguiente, realmente esa formación nos ayudó muchísimo. En mi caso, incluso en un posgrado que hice en Alemania.
RA: En mi caso, perdí totalmente el miedo escénico debido a que estos exámenes orales se hacían frente a los compañeros y profesores, y eso brinda una gran seguridad. Quiero recordar a Mernes, nuestro profesor de Química, quien hizo mucho por nosotros. Yo llegué incluso a entrar en tercer lugar de Medicina gracias a toda esa formación.
«El éxito, que tanto se busca, no es suerte, implica cultivar ciertas condiciones, crearlas para que después a uno lo reconozcan»
Hoy en día existen varios elementos que distraen a los jóvenes a la hora de estudiar, en su época, ¿había distracciones que representaran un obstáculo para el estudio?
RA: Yo creo que las generaciones son muy diferentes, nosotros no contábamos con los recursos tecnológicos de hoy, pero nos quedábamos a jugar fútbol hasta que se hacía de noche en la quinta, y como llegábamos tarde a casa nuestros padres se preocupaban. Disfrutábamos mucho también en las fiestas, con las novias y demás, así que también contábamos con distracciones.
En mi caso, yo no veía el estudio como algo pesado, así que no era algo que me forzara, todo me salía de forma natural, nadie me obligaba y eso último es lo que veo mucho hoy. Trabajando en pedagogía siempre busco la manera de enseñar a generar algo interesante para poder impartir conocimiento a los jóvenes por esa razón.
EL: Nosotros también teníamos distracciones, nada más que eran diferentes y tenían más que ver con pasar una cantidad de tiempo importante con los amigos en la calle. hoy en día, la mayoría de los chicos no pueden tener la vida que nosotros tuvimos debido a que cambiaron las circunstancias, todo se volvió más peligroso. En cambio, a nosotros nos conocían como los “callejeros”.
Íbamos de acá para allá andando en bicicleta, jugando fútbol, había torneos… así que distracciones siempre existieron. Los tiempos cambiaron y la tecnología, si bien es una fuente distractora hoy en día, también es una gran herramienta para el conocimiento, ya que la información que brinda nosotros la teníamos que ir a buscar a bibliotecas para encontrarla, si es que la encontrábamos. De cualquier manera, siempre hay algún sacrificio; cuando teníamos que estudiar, también era un renunciamiento a dejar el partido de fútbol o dejar la bicicleta.
¿Algún mensaje final, para los alumnos que buscan el éxito profesional?
EL: Quisiera decir a alumnos y exalumnos que, el éxito, que tanto se busca, no es suerte; implica cultivar ciertas condiciones, crearlas para que después a uno lo reconozcan como profesional serio. Repito, no es cuestión de suerte, es necesario ser dedicados, perseverantes, hasta obtener el objetivo que se anhela. En cualquier ámbito.
RA: Uno crea su propio destino, eso es cierto. Pero quiero decir a los jóvenes que tampoco sientan presión, propia o de la sociedad, porque la presión lleva al fracaso. hay que recorrer el camino de manera natural. hay que planificar, poner toda la garra, tener la seguridad de que se va a llegar. hay que tener una lista de prioridades y avanzar, incluso contando con los fracasos, que también son necesarios y parte del aprendizaje.