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El Campamento de los años, 1956/59, de los cuales participé como acampado o comando, eran organizados por la Acción Católica del Colegio. La Acción Católica era una fuerte organización de laicos, hombres, mujeres, jóvenes y niños que se reunía semanalmente y tenían una suerte de protocolo con actos de estudio, lectura, conferencias y encuentros.
Mi promoción es la de 1959.
El Campamento lo organizó el Padre Pucheau, un santo varón, que merece una historia propia, le dio una especie de forma estilo Boy Scoauts, y le agregó aspectos religiosos. A él se debe el predio y la construcción de los dos pabellones de San Bernardino.
Nuestro campamento tenía un orden del día que empezaba a las seis de la mañana con la formación y el izamiento del Pabellón (la bandera) al toque del clarín -con el clarín también a las 5:45 se tocaba la diana- en esa formación, se asignaba a cada grupo su función, limpieza, cocina, servicios técnicos, fogón, guardia, cultura, deportes.
El equipo de Servicios Técnicos, bajo la supervisión del Jefe de S.T., se encargaba del mantenimiento de los faroles Petromax a querosén para la iluminación, ya que no había luz eléctrica. También eran responsables de la reparación de catres, puertas, bancos y cualquier otro arreglo necesario. El equipo de Fogón se encargaba de preparar el lugar, la leña y, lo más importante, los números de entretenimientos, como cuentos, canciones, guitarra, entre otros. Por su parte, el área de Cultura tenía la responsabilidad de organizar las actividades planificadas por el Jefe de Cultura para cada día.
El Jefe de Policía, generalmente un ex cimeforista, tenía a su cargo el orden, las formaciones, el cumplimiento de los horarios asignados para cada actividad.
Volviendo al orden del día, luego de la Misa se servía el desayuno, cocido negro o con leche (en polvo) y galletas. Si el Intendente era previsor y le sobraba algún dinero, conseguía hacer comprar en el pueblo (San Bernardino) chipa.
El Jefe de Cultura organizaba los distintos eventos diarios. Un gran Jefe de Cultura que dejó para otros campamentos su programa fue Juancho Moreno, el Dr. José Antonio Moreno Ruffinelli, abogado, Profesor de Derecho, diplomático del Paraguay en Brasilia en tiempos duros, Canciller Nacional, excelente persona. Él inauguró debates sobre temas interesantes para jóvenes, concurso de oratoria entre los grupos, modificó el diario con noticias del campamento y algunos hechos jocosos acaecidos el día anterior. Otro Jefe de Cultura destacado, imposible de olvidar, y con los mismos calificativos, fue otro muy buen amigo, José Félix Fernández Estigarribia.
Me preguntan por los jefes de Campamento, fueron varios, porque había varios campamentos, de invierno, de verano y algunas veces uno corto de Semana Santa.
Un Jefe y después asesor de los campamentos fue Pito Silva, Raúl Silva Alonso, otro fue mi compañero y amigo Octavio de la Sobera, también estuvo Guido Cattaneo, ambos grandes médicos. En 1960 recuerdo Juan José Soler, que me pidió sea su Jefe de Policía, ya me había recibido. Otro Jefe de Policía, muy bueno y estricto, fue Ricardo Cameroni, que además jugaba estupendamente al fútbol. Bueno por naturaleza, criterioso, siempre evitaba los conflictos entre acampados y evitaba el galleteo en la cuadra (dormitorio). Costumbre de guardar galletas, que eran duras y apagada la luz y ya tocado el silencio (con clarín), iniciar una guerrilla.
Recuerdo al lamentablemente fallecido Manuel Guillermo López Moreira como un gran Jefe de Servicios Técnicos, el después arquitecto, era muy hábil en reparar los viejos faroles, reemplazar las lonas de los catres y cuanto fuera necesario reparar, desde los alambrados hasta las goteras del techo.
Teníamos compañeros de la Acción Católica que podían ser jefes, pero preferían ser acampados, era más divertido, podían “cabezudear” y eran siempre Jefes de Grupo. Recuerdo a Alejandro Marín Saenz Valiente, hoy fallecido, compañero de banco, muy culto y preparado, fue un excelente abogado.
El Capellán de esos años fue el Padre Jesús María Huarte, hoy fallecido, que llegó a ser Director del Colegio. Jugaba al fútbol, y en los asaltos era un defensor más. En una ocasión – se decía- que a un asaltante que estaba por robar la bandera, que era el objeto del asalto, le pegó en la espalda con un remo de un bote, que había entonces y el joven hubo de ser internado.
Los primeros asaltos fueron organizados por grupos de amigos del Colegio que estaban pasando las vacaciones en alguna casa de San Bernardino, junto a amigos de otros colegios. La idea era sorprender a los acampados, visitándolos para despertarlos y nada más.
Pero luego se sumaron algunos del Colegio Internacional, con quienes teníamos una fuerte rivalidad en todos los órdenes, tanto en el ámbito deportivo de los campeonatos intercolegiales como en la amistad con las chicas. Los del “Inter” no querían que los del San José festejen a sus compañeras y los del San José a las amigas de Las Teresas.
Volviendo al relato, estos “extraños” atacaron e hicieron desmanes y algún lesionado salió del evento. Fue entonces que se creó el Grupo de Guardia. Luego los asaltos generalmente se organizaron para robar la bandera, y en ese menester se acudía a peleas, algunas trompadas e incluso un Jefe llevó la escopeta de su padre, disparando al aire para amedrentar. Pero no pasaba a mayores daños porque intervenía el sacerdote y se calmaba el tema. Hay más leyendas que realidades. Supe posteriormente que ocurrieron hechos graves que, lamentablemente, modificaron aquel espíritu puramente sanjosiano.
Corto aquí este relato, porque se va a extender mucho pues me vienen nombres de excompañeros acampados, cada uno con su anécdota, y que además muchos ya no nos acompañan en este trajín de recordar hechos de nuestro inigualable Colegio. Yo para terminar solo digo que lo bueno, malo, o regular ciudadano que soy, se lo debo al COLEGIO DE SAN JOSE, y a la Congregación de Sacerdotes de San Miguel de Garicoïts y a la protección que recibimos de la Bella Virgen Blanca de Betharram.