Entrevista a Ivan Mujica, promo 2009
Hay una gran riqueza en los estamentos y actividades que el colegio propone. En el MEPCAH, esto se evidencia en los valores aprendidos, en el descubrimiento de atractivos puntos de nuestro país, en el trabajo en equipo y el fortalecimiento de las relaciones sociales.
Ivan Mujica, al respecto, afirma que el MEPCAH le dio mucho más de lo que buscaba, cuando comenzó a participar de este. Por eso, invita a los alumnos a animarse y descubrir lo que el movimiento puede ofrecerles.
El MEPCAH, sin duda alguna, tuvo un impacto enorme en mi vida dentro del colegio. Mi primer campamento fue en 7° grado, cuando por el aniversario del movimiento, decidieron hacerlo en Bariloche.
Al año siguiente no fui a ningún campamento. Volví a participar en el año 2006, cuando estaba en 9° grado, fuimos al Cerro Tres Kandú y al Salto Cristal.
En lo personal, después de eso, todo pasó muy rápido: en el año 2007 fuimos a Laguna Blanca, donde ya me tocó ser líder de patrulla. Para los siguientes 3 campamentos de ese año, ya me habían elegido como miembro del Equipo de Apoyo.
Al año siguiente, estando en 5° curso, fui electo como uno de los 3 dirigentes del movimiento, hasta el 2009, año en el que terminé el colegio.
Cada campamento representaba una experiencia única, conociendo lugares increíbles del país, compartiendo con un grupo de gente, que, a medida que pasaba el tiempo, se iban convirtiendo en grandes amigos. En cada lugar, y de cada persona con la que uno compartía, se aprendía siempre algo.
Los valores aprendidos en el movimiento acompañan a uno en todos los aspectos de la vida. Yo creo que uno de los principales valores que se adquiere y se vivencia ahí es el respeto; a todas las personas, a la naturaleza, y a todo lo que nos rodea.
Se aprende a trabajar en equipo, en cualquiera de las funciones que le toque a uno desarrollar. Eso uno lo lleva consigo por el resto de la vida y lo aplica en todos los ámbitos.
Lo mismo con la responsabilidad, el campamento no consistía solamente en los 3 o 4 días que se acampaban. Arrancaba meses antes, con la búsqueda de lugares, la organización previa, la coordinación de todas las actividades, y la preparación de ciertos talleres o charlas brindadas por los compañeros, de las cuales siempre se aprendía mucho.
En esos campamentos, éramos todos compañeros, sin importar la diferencia de cursos entre las personas. Y eso es algo digno de destacar.
Creo que lo principal es el cuidado al medio ambiente. Nosotros teníamos la consigna de dejar cada lugar al que íbamos en mejores condiciones de las que encontrábamos. Para que nosotros mismos y las próximas generaciones podamos seguir disfrutando de los atractivos que tuvimos la posibilidad de conocer.
Eso, en la actualidad, cobra una gran relevancia, debido a los altos índices de contaminación, de tala indiscriminada, cambios climáticos, entre otros factores que afectan negativamente a la naturaleza.
Además de eso, también aporta mucho en el desarrollo de todos los acampados el aspecto social: el espíritu de equipo. En todas las actividades que se realizaban y las expediciones, uno aprendía el valor que cada persona aportaba a un equipo.
Hoy en día, en todos los campos, es muy difícil hacer las cosas solo. Siempre se trabaja codo a codo con otras personas, y hay que saber disfrutar de lo mejor de cada una para conseguir los objetivos.
Tanto como tarea pendiente no podría decir. Si bien siempre hay cosas por mejorar y seguir creciendo, no se me ocurre algún punto pendiente.
Pero sí, está el desafío de seguir fomentando todo lo citado anteriormente: mantener los valores que se promueven en el movimiento y, sobre todo, llevar eso al día a día de cada uno.
Normalmente se realizan 3 o 4 campamentos. Es decir, como mucho, 12 días al año son los que uno comparte en distintos puntos del país. Sin embargo, esos valores y todo lo que se aprende ahí hay que poner en práctica los 365 días del año. Eso, sin dudas, forma a mejores personas.
Cada persona responde a sus motivaciones, que no son las mismas en todos los casos. Cualesquiera fueran las motivaciones – como conocer gente, socializar, conocer diferentes lugares del país, disfrutar de la naturaleza, acampar, desconectarse por unos días, entre otros -, deberían tomar la decisión de ir. Porque uno va por primera vez buscando algo, y termina encontrando mucho más de lo que imaginaba.
Sin duda alguna, que aprovechen el movimiento; que le quiten el jugo a cada actividad previa, durante y posterior al campamento. En mi experiencia, el MEPCAH me dio mucho más de lo que buscaba.
Conocí gente increíble, quienes hasta hoy día son mis mejores amigos, que me impulsaron siempre a hacer muchas cosas buenas e importantes por el colegio.
En los campamentos conocí a la que hoy en día es mi esposa, y conocimos los puntos más hermosos del país, entre una cantidad de otras cosas.
No dejen pasar la oportunidad de participar de al menos un campamento y aplicar todo lo aprendido en el día a día. Y, como decía el P. Alonso ¡adelante, siempre adelante, hasta alcanzar la estrella!
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