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Entrevista a Agostina Venica, exalumna de la promoción de 2015
La Academia Literaria, para Agostina Venica, académica y presidenta del estamento, fue “un espacio de puro aprendizaje”, donde se podían encontrar “las personas que tienen algo que decir y no temen hacerlo”, según sus palabras.
Venica afirma que la academia fue, para ella “un espacio de puro aprendizaje, me gusta pensar que es el nido de las mentes osadas y corazones apasionados, el lugar de las personas que tienen algo que decir y no temen hacerlo”.
En esta nota, nos explica qué implica ser académico y las lecciones más importantes que se pueden aprender y vivir en la academia.
¿Qué diría que es lo que más le atrajo de la Academia Literaria?
Algo que me encanta de la academia, es que en ella se habla mucho del Paraguay, de sus virtudes e injusticias. Queriendo escribir sobre mi país es que salí de la burbuja en la que vivía para darme cuenta de la gran desigualdad, falta de oportunidades y necesidades de muchos paraguayos. Comencé a hacer mías esas carencias y nació entonces el sueño de luchar por un Paraguay mejor.
¿Qué aprendizajes puede llevar un académico?
Entre las muchas virtudes de la Academia, destaco la amistad, la tolerancia y la ayuda, cuyas siglas orgullosamente portamos en el pecho; son valores que se practican muy bien en este estamento. La academia me dió amigos, conocí a personas de otras promociones con quienes pude forjar una amistad muy valiosa que perdura hasta hoy en día.
También entendí que es importante aceptar las críticas o sugerencias que los compañeros daban con respecto a la obra que presentaba y no verlo como algo negativo, sino como una ayuda para que a fin de año se publique en La Estrella una obra de mejor calidad. En los espacios de debate comprendí la importancia de tolerar las opiniones de quienes piensan diferente, porque al fin y al cabo es esa diferencia la que construye algo mejor si se da en un ambiente de mutuo respeto.
Por último, quiero mencionar lo importante que es que una persona tenga presencia, y me refiero a que sepa cómo expresarse, cómo transmitir sus ideas y opiniones, tanto por medios escritos como orales. Al ingresar a la universidad, me di cuenta de que esa era la situación de un bajísimo porcentaje de jóvenes, y es algo que uno puede imaginarse que sería así debido a la pésima educación pública del país, pero vivirlo en carne propia realmente me pegó fuerte y valoré aún más cada viernes por la tarde, sesionando, hablando de literatura, de los consejos para presentar una oratoria que nos daba la profe Bianchi, de lo afortunada que soy. Un alumno del colegio San José ciertamente tiene presencia, pero un académico, posee además el poder de convicción al decir lo que piensa y eso es muy importante para poder influir positivamente en otras personas, para poder despertar otros liderazgos y contribuir al cambio que necesita nuestro país.
«Lo que aprendimos y vivimos en el colegio determina en gran medida la actitud con la que nos enfrentamos al mundo»
Y, como presidenta de la Academia Literaria, ¿cuál fue su experiencia?
Me acuerdo del momento exacto en el que fui electa, de la emoción que sentí, pero sobre todo me acuerdo de la ansiedad y el miedo que me inundó ante la duda de poder cumplir con tan grande responsabilidad, sin que el saco me quedase grande. Fue todo un desafío para mí. Con el paso de los años me di cuenta de qué importante es detenerse y mirar al miedo a la cara, qué importante es ser valiente, a pesar de temer lo que pueda pasar. Hoy miro hacia atrás y entiendo que ser presidenta de la Academia fue la primera prueba que debía pasar para darme cuenta de que, con esfuerzo, soy capaz de alcanzar lo que me proponga, y que haber sido valiente me abrió otras puertas, me encaminó hacia otras oportunidades, en la universidad y a nivel país, para seguir creciendo, aprendiendo y formarme como la ciudadana que necesita este país.
Me resulta impresionante que una decisión tomada años atrás siga teniendo repercusión hoy, en mayor o menor escala. Y sinceramente, pienso que tomé la decisión correcta.
Hasta la fecha, son pocas las mujeres que ocuparon el cargo, sin embargo, ¿cómo ve la participación en el estamento?
De lo que viví en la academia, la participación femenina y masculina fue bastante pareja, lo que me parece idóneo para el crecimiento en el intercambio de opiniones desde distintos puntos de vista.
Ciertamente, son pocas las mujeres que presidieron la Comisión Directiva, pero en los últimos 10 años más de la mitad de las personas que ocuparon dicho cargo han sido mujeres y me animo a decir que el número va en aumento.
¿Cree que hay algún aporte específico que puedan aportar las mujeres a la academia y su historia?
Me emociona pensar que, en algunos años, alguna alumna que se sienta insegura con respecto a sus propias capacidades, al hojear en la historia del colegio, pueda encontrar abrigo en la valentía de las primeras mujeres que se animaron a ocupar cargos en los estamentos y en el Centro de Estudiantes.
Lo que anhelo es que con mis acciones pueda inspirar a otras mujeres a que se animen a involucrarse, a participar y demostrar de lo que son capaces, no solo en el colegio, sino a nivel país, porque es innegable que la discriminación a la mujer sigue siendo un problema social; hoy en día, en Paraguay existen muchas mujeres que son maltratadas, que no son tratadas con respeto, discriminadas en puestos de trabajo o quienes a sí mismas se hacen de menos porque eso fue lo que la sociedad les hizo sentir.
Cuando hablo de la academia, me es imposible no relacionarla de alguna manera con la vida al salir del colegio, porque no son dos variables independientes. Lo que aprendimos y vivimos en el colegio determina en gran medida la actitud con la que nos enfrentamos al mundo, el camino que tomamos, en nuestra vida universitaria, profesional, en nuestra “vida de adultos”.
De la misma manera en la que contamos con orgullo que grandes eminencias como José Luis Appleyard, Ramiro Domínguez y muchos otros asistieron a la Academia Literaria, quiero que en algunos años también nos sintamos orgullosas de las mujeres que pasaron por mi querida academia y que dieron un gran aporte al país.
Hablando de los desafíos de la academia en la actualidad, ¿Cree que la visión y los objetivos de ella han cambiado con el tiempo?
La academia siempre tuvo brillantes asesores, como el P. César Alonso de las Heras y la profesora Graciela Fanego de Bianchi, quienes con mucho amor e incansable entrega siempre dieron su “aquí estoy” para ayudar a los jóvenes sanjosianos en su camino a la estrella.
Hoy en día desconozco quiénes son asesores de la Academia Literaria, pero aun así tengo esperanza de que lo realmente importante haya sido aprendido por los alumnos y pasado de una generación a la otra.
La sociedad no es la misma hoy que la de hace más de 100 años, cuando iniciaba este hermoso estamento, ni siquiera los mecanismos de enseñanza del colegio son los mismos, pero la esencia de la academia, sus objetivos de fomentar el interés por las letras y la oratoria, conquistar al Paraguay por medio la cultura, eso nunca debe morir.
¿Algún mensaje que quisiera dejar a académicos y demás alumnos?
“El momento que da más miedo es siempre justo antes de empezar”. No debemos tener miedo a aceptar desafíos por la responsabilidad que conllevan, es más, creo en que debemos buscar constantemente nuevos desafíos, por más pequeños que parezcan ser; desde animarse a declamar un poema o hacer una oratoria, hasta asumir cargos que despierten liderazgos, porque es la suma de las pequeñas victorias, de todas las veces que nos levantamos, las que forjan el carácter y nos hacen cada vez más fuertes.
Busquemos pisar fuerte y dejar huellas que sirvan de inspiración a otras mentes osadas y corazones apasionados, porque sería utópico pensar que un cambio tan grande en nuestro país pueda darse sin las manos de todos. Cuidemos a la Academia Literaria, para que siempre mantenga su esencia de impulsar a los jóvenes a conquistar al Paraguay por medio de la cultura, de ir “adelante, siempre adelante”, “más rápido, más alto, más fuerte, hasta alcanzar la estrella”.