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“El Mepcah trasciende tiempo, edad, promociones”

Entrevista a Vicente Bataglia, exalumno de la promoción 2006

El movimiento expedicionario del san José atrae a aquellos de espíritu aventurero, que no se desaniman ante las dificultades o inclemencias ambientales, sino que encuentran en estas una oportunidad para disfrutar de manera distinta, fortalecer capacidades nuevas y madurar ante apuros que puedan presentarse.

Así empezó el recorrido de Vicente Bataglia en el Mepcah, quien recuerda su primera impresión y sus últimos pasos como miembro.

¿Cómo llegó al MEPCAH?

Siempre me gustó acampar. Posiblemente, el campamento del colegio era el momento más esperado en todo el año. Al pasar a secundaria nos presentaron la opción del movimiento expedicionario, y desde entonces estuve anotadísimo. Desde 7° grado hasta el tercer curso nunca falté a una sola expedición.

¿Cómo fue su primera experiencia?

El primer campamento del que participé fue uno difícil, porque llovió desde que llegamos hasta que nos fuimos. Fue medio atípico por las condiciones, pero eso le dio un poco más de realce a la actividad, como diciendo “sea como fuere, venimos a pasar bien, toque lo que nos toque”. Fue bastante interesante, por ejemplo, no pudimos hacer un fogón, pero hicimos una “linterneada”. Como dije, llovió todo el tiempo, mientras dormíamos llovía más fuerte incluso, se inundaron las carpas… pero fueron estas dificultades las que más nos atraparon, finalmente.

¿Hay algún aspecto destacable del movimiento?

El San José tiene una particularidad bastante interesante: no necesariamente tus compañeros de promoción son tus amigos, incluso nos llamamos “compañeros” aunque seamos de diferentes secciones. A todos mis mejores amigos, con los que más me relacioné, los conocí en el movimiento, desde ahí nació la amistad y continuó, y continúa hasta hoy día.

¿Qué lo movió a presentarse como dirigente?

En un grupo de amigos, más o menos hacia el 2004, empezamos a hablar de dar mayor impulso al movimiento – estaba un poco decaído, se habían hecho menos campamentos – y volver a lo que habíamos vivido entre 7° y 9° grado, que recordábamos como momentos espectaculares. Fue así que en el 2005 nos presentamos dos compañeros con la intención de dirigir el movimiento expedicionario, y lideramos ese año y en el 2006, año en que nos recibimos.

¿Hubo algún viaje que recuerde de manera especial?

hay dos campamentos que fueron muy interesantes, ambos fueron en el Chaco. Uno fue en el Cerro León, cuando yo estaba en 7° grado, viajamos 400km en un colectivo por un camino de tierra. Fue una experiencia espectacular, la única vez que llegué a ese lugar, no sé si podré volver, aunque me gustaría. El otro campamento tuvo lugar ya durante mi época como dirigente. Fuimos al Tinfunqué, más hacia el sur. También fueron muchos kilómetros de tierra, donde teníamos que sobrellevar el polvo, ir un poco apretados… y lo viví desde otra óptica, como líder.

Como dirigentes, ¿tenían alguna meta?

Desde el inicio del 2006 nos dijimos “vamos a vivirlo a pleno”. Teníamos previstos, con suerte, tres campamentos en el año, así que planeamos qué podríamos hacer para llevarnos buenos recuerdos de estas actividades.

LECTURA

Desde que arrancamos como dirigentes, lo hicimos pensando en que estábamos para servir. En lugar de tomar, como líderes, una postura más relajada, cada campamento lo vivimos como una forma de servicio. Nunca nos esforzamos tanto, como cuando nos tocó liderar, pendientes de la previa, de cómo íbamos a hacer pasar a las personas que iban con nosotros… lo que más me importaba era que los asistentes pasen bien y que eso atraiga luego a más gente. Lo logramos, porque el primer año empezamos con pocos acampados, pero el número se fue multiplicando y en nuestro último viaje llevamos casi cuatro colectivos llenos.

¿Y qué pensó cuando le tocó participar del último campamento?

Quizás no lo dimensionamos como el último. De hecho, tampoco terminó ahí nuestra participación, como exalumnos pudimos acompañar algunos campamentos. Esto, como todas las cosas del San José, no termina al acabar el colegio, sino que continúa; no está limitado al colegio, sino que trasciende tiempo, edad, promociones. Por eso, quisiera animar a los que están en el colegio a participar de esta experiencia; el MEPCAH permite recorrer, conocer el país y llegar a lugares que, quizás, de no ser por el movimiento, no conoceríamos, acompañados por buenos amigos. Muchos de mis amigos fueron del movimiento, e incluso a varios conocí como exalumno, cuando acompañaba los viajes. Además, vivir todo esto tenía un toque especial, el que le da el San José a las cosas.

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