Entrevista a Rodrigo Hidalgo, exalumno de la promoción de 1996
Rodrigo Hidalgo quizás pertenece a la promoción más antigua que haya participado del MEPCAH. Poco antes de terminar el colegio, a raíz de una invitación del profesor Walter Martínez, se involucró en la organización de las actividades del movimiento. En poco tiempo fue testigo del crecimiento del mismo, de lo atractiva que resultaba esta propuesta para el alumnado.
Soy de la promoción de 1996, y en 1994 participé por primera vez de las actividades del MEPCAH. En esos dos años, muchas cosas cambiaron. Al comienzo las excursiones eran reducidas en número, pero luego más gente se fue sumando. Las actividades también dieron un salto importante, al comienzo eran locales, pequeñas, y en el ’96 realizamos el primer campamento internacional, en Córdoba, con una logística más grande, papeleo que realizar para salir del país, equipo que transportar, etc. Pasamos de subir a cerros pequeños a estar a casi 2.000 metros de altura en una sierra cordobesa, por lo que la diferencia fue impactante.
La logística se tuvo que adaptar al crecimiento. Y este se dio por el volumen de gente que comenzó a adherirse. Muchos compañeros se sumaban porque buscaban una alternativa al campamento tradicional que ofrecía el centro de estudiantes, y nosotros ofrecíamos esa opción distinta, con actividades en el campo, expediciones, etc.
Las anécdotas de Córdoba son las que más recuerdo, porque fue una experiencia totalmente distinta, desde la logística para llegar hasta allí, hasta las actividades que realizábamos. Incluso el terreno geográfico era distinto, pues estábamos acostumbrados a subir ciertos cerros y, desde la base, ser capaces de ver la cima. En Córdoba no ocurría esto, llegábamos hasta una serranía y veíamos una punta, pero al llegar a la misma, otra… y, así, llegar a la cima parecía algo interminable. Además, debíamos acampar, pues la subida se hacía en dos días, teniendo que pasar la noche en el lugar, con temperaturas por debajo del 0°C.
«Se adquieren valores que sirven no solo para el campamento o el colegio, sino para toda la vida. Eso no tiene precio.»
Se apuntaba a compartir, en medio de la naturaleza, ejercitarse en destreza, haciendo nudos o aprendiendo a armar carpas. Se buscaba la sobrevivencia en el campo. A mí siempre me dieron mucha satisfacción los ascensos, subir cerros era mi actividad preferida. Durante la misma, había mucho trabajo de equipo, porque debíamos llegar todos juntos. Por eso, teníamos que esperar que todos lleguen, y era un desafío ayudar a quienes les forzaba la subida.
Mi situación en el MEPCAH fue un poco particular, ya que yo pertenecía a la promoción “más vieja” en participar. Para ser parte del MEPCAH, había que asistir a un club de “Tiempo libre”, del cual se desprendían las actividades del movimiento. Yo no era parte de este club, pero en determinado momento me crucé con el profe Walter y me invitó a participar, y desde el comienzo tuve parte en la organización. Conlleva una gran responsabilidad, es necesario asegurarse de que todo salga como se espera, que todos pasen bien, que a nadie pase nada malo, etc. Pero, cuando se cumplen los objetivos, se obtiene una gran satisfacción.
Como exalumno, volví a participar en el año 1997. Luego me fui alejando, por cuestiones de trabajo y estudio. No obstante, volví para celebrar los 25 años del movimiento, y tuve la grata sorpresa de ver que se triplicó la organización y que las chicas estaban no solo integradas, sino hasta dirigiendo. Fue una satisfacción muy grande, y quedé muy agradecido por haber podido estar en un primer momento, cuando se establecieron los cimientos de esta actividad.
Si tienen la oportunidad de participar en el MEPCAH, que no se la pierdan. Aparte de los conocimientos que se aprenden, se adquieren valores que sirven no solo para el campamento o el colegio, sino para toda la vida. Eso no tiene precio. Que no duden, porque no se van a decepcionar.
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