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Entrevista a Verónica María Vera Cazenave (promoción 2016)
El jazz se ha convertido en una tradición del San José, que permite la unión entre compañeras y promociones. Además, ha aportado un importante espacio cultural y un espacio para aprender de disciplina, exigencia y perseverancia.
Verónica María Vera Cazenave nos cuenta cómo vivió las distintas experiencias que el jazz trajo a su vida. También nos habla de qué implicó esta actividad en su último año de colegio, cuando su promoción fue organizadora del evento.
¿Cuál fue su experiencia en el jazz?
En mi caso, participé del jazz los seis años de la secundaria, desde séptimo grado a tercer curso. En el 2011, cuando estaba en séptimo grado todavía se bailaban dos estilos: una categoría era “internacional” y la otra “jazz”.
Entre pocas compañeras decidimos presentarnos también a la categoría internacional. Presentamos un baile de rock and roll, era nuestro primer año bailando y no queríamos dejar pasar la oportunidad. Luego a partir del 2012, se sacó la categoría internacional porque extendía mucho el jazz.
El jazz es una experiencia única. No es solo bailar durante una fecha de setiembre, todos los años; es crear lazos entre las compañeras de promoción y, día a día, en los ensayos, cultivar nuevas amistades entre las secciones y/o bachilleratos, que no se dan en los recreos por falta de tiempo o confianza. Gracias al jazz, se da ese compañerismo entre promociones.
Cada año, la emoción por la presentación del jazz iba aumentando. El compromiso entre las compañeras era mayor, para presentar una coreografía extraordinaria.
¿Cómo se organizaban y ensayaban, previamente al evento?
Particularmente, mi promoción ensayaba generalmente dos a tres veces por semana después de clases. Empezaban los ensayos a mediados del mes de marzo, y el mes del evento se trataba de ensayar todos los días, inclusive fines de semana.
La organización del jazz está a cargo de las mujeres del último año, con la ayuda de la profesora Katty.
En el año 2016, cuando le tocó a mí promoción organizar el jazz, decidimos con otras tres compañeras empezar a organizar lo que iba a ser nuestro último jazz.
Como en marzo el colegio aún no nos había dado una respuesta acerca de la realización del jazz, fui con tres compañeras a una reunión en el Centro Paraguayo Japonés, para conseguir una fecha para el evento.
Entre abril y mayo, el colegio decidió que el jazz se debía realizar en el León Condou. Aunque parecía que este parecer no cambiaría, luego de varias reuniones con las autoridades del colegio y con las madres delegadas de la promoción, se llegó a un nuevo acuerdo: se realizaría el jazz en el teatro del Hotel Guaraní.
Esto implicó un nuevo desafío para la organización, que era cambiar el teatro que todos conocían (el del CPJ).
La capacidad del auditorio era mayor que la del teatro del CPJ, así que nos preocupábamos de cómo llenar 700 sillas en dos funciones, siendo que el teatro del CPJ contaba con 350 sillas.
Otro inconveniente que surgió en el trascurso de la organización fue que en el teatro del hotel no se podían meter estructuras muy grandes, debido a que el mismo está ubicado en el subsuelo del establecimiento.
Esto derivó en varias quejas por parte de las promociones participantes, pero no nos dimos por vencidas; nos vimos obligadas a solucionar el nuevo desafío que había surgido, ya que todas las promociones estaban acostumbradas a grandes estructuras para las coreografías.
Luego del evento recibimos felicitaciones y palabras alentadoras por el trabajo y desempeño que pusimos en la organización del jazz, lo que fue una satisfacción inmensa para toda la organización. Marcó un antes y después, ya que, contra todo pronóstico, el evento resultó ser un éxito total.
Gracias a los auspiciantes, incluso pudimos ofrecer a las promociones dentro de los camerinos botellas de agua en gran cantidad y bocaditos, fue algo nuevo y a todas las promociones les encantó. Incluso lo denominaron jazz “cheto”, esto fue un detalle pensado ya que el día del jazz la mayoría no tiene tiempo para comer algo por la ansiedad o nervios que genera la presentación, además del maquillaje, peinado, traje, etc.
¿Hubo algún baile de los años que participó que haya sido su preferido?
Una pregunta difícil de responder, porque todos los años fueron especiales y tuvieron su esencia y quedan en los recuerdos. Pero, si tengo que elegir, sería el baile de primer curso, en el año 2014.
Fuimos pocas las que participamos, ya que ese año muchas debutaban en el Club Centenario y en el CIT, entonces ya recurrían en muchos gastos durante el año.
Presentamos el tema “misión terrestre”. Me encantó todo, la coreografía, vestuario, tema, escenografía y los accesorios, etc., todos quedaron encantados con nuestra presentación y luego de unos años volvimos a ganar con esa presentación.
También el baile de sexto curso fue uno de mis favoritos, por la coreografía que presentamos, la escenografía, traje, etc. Todo me gusto, más aún los sentimientos encontrados por ser el último jazz.
Cada ensayo se disfrutaba al máximo, a medida que pasaba el tiempo y faltaba menos para nuestro último jazz. Participamos casi todas las compañeras de mi promoción, y si algunas no bailaban se encargaban de ayudar con la organización el día del evento. Aparte, bailar en un teatro nuevo y encargarse de la organización tuvo un significado mayor.
¿Alguna anécdota que recuerde y quiera compartir?
Recuerdo que siempre, a la salida del colegio, nos íbamos entre cinco o seis compañeras al ensayo. Si ensayamos en la Casa del Exalumno, parábamos en Don Vito o Confipan para almorzar, y luego del ensayo íbamos a la quinta para educación física.
En mi último año, con las compañeras que organizábamos el evento, nos íbamos a la oficina de Katty. Recuerdo que algunos profesores no nos querían dar permiso para salir, entonces como algunas tareas organizativas eran urgentes, pedíamos al profesor Pereira – profesor guía – que nos ayude con los profesores, para que no nos pongan “ausente” ni perder puntos de sus clases.
Como recuerdo de nuestro último año de jazz, como promoción realizamos remeras para todas las promociones, con una frase que nos identificaba: “I can’t, I have jazz”. Resultó ser un éxito, y varias promociones adquirieron las remeras.
Un año, armamos una pijamada para poder ensayar de noche y repasar algunas partes específicas – como la entrada y la pose final – y luego ir de mañana al ensayo general todas juntas.
Cuando se acercaba la fecha del jazz, había cierta tensión o “rivalidad” con otras promociones por ver quién ganaba, pero luego del jazz eso pasaba.
Una anécdota inolvidable – que todas mis compañeras van a recordar – fue cuando, en el año 2014, tratamos de hacer un “truco”. Nuestra profesora estaba grabando para ver cómo nos salía y se dio la coincidencia de que me caí al realizar el truco y quedó grabado. No me golpeé ni nada, pero nos habremos reído muchísimas veces con mis compañeras. Luego, en el último año nos acordamos del truco y volvimos a realizar el mismo, y nuevamente me volví a caer, y quedó grabado.
Una frase que nos identificó como promoción fue “hule el stress” también la “W” entre otras más.
En su opinión ¿cuál es el valor que el jazz aporta a las tradiciones del colegio?
El jazz se volvió parte de las tradiciones del colegio, desde la realización del primer jazz a cargo de las mujeres de la promoción 2005 del colegio. Luego de ello, cada año fue mejorando, teniendo en cuenta la preparación del evento, infraestructura, teatro, presupuesto, etc.
Así también el jazz es un espacio que tenemos las mujeres dentro del colegio, y la participación requiere de mucha responsabilidad y compromiso.
Aparte de bailar, es un espacio en el cual las mujeres son las protagonistas.
Además, con el transcurso de los años de la realización del jazz, los hombres también demuestran cada vez más interés. En el 2016 cuando nos tocó organizar el jazz, el mismo fue presentado por nuestros compañeros de promoción, lo que implicó un gran apoyo por parte de los hombres al jazz. Esto marcó un antes y después de la participación y apoyo de ellos, desde donde haga falta.
Quiero agregar también que en el jazz no solamente se busca “ganar” o salir primeras; es disfrutar de cada momento que se genera dentro de los ensayos, el espacio que tenemos las mujeres para expresarnos por medio del baile y los recuerdos que quedan de haber vivido la experiencia del jazz. La participación no está destinada solamente a las bailarinas, sino para todas las mujeres que quieran bailar.
¿Qué le gustaría ver en el jazz, en los próximos años?
Me gustaría que cada año se invite a alguna promoción ya egresada para bailar como una apertura o en el intermedio del evento. Creo que en el año 2015 ya se hizo. Pero me gustaría que se vuelva a repetir.
También que, luego de la realización del jazz, se haga una reunión abierta y que cualquier persona interesada pueda participar.
Que en ella se rindan cuentas de los gastos e ingresos que dejaron el evento, así de esta forma destinar las ganancias a una entidad benéfica de forma transparente y que todos los que estén interesados puedan tener conocimiento.
¿Hay algo que quiera añadir?
Sí, el jazz no solamente era bailar, también era una forma de compartir con las compañeras y así formar lazos de amistad que no se daba en otra parte dentro del colegio.
También quiero agregar que mi promoción, por ejemplo, cada año buscaba un significado al “tema” del baile que presentábamos; buscábamos dejar una enseñanza o simplemente tomar conciencia en ciertos ámbitos de la vida.
Cabe resaltar que participar en el jazz implicaba un gran compromiso, ya que no se podían dejar de lado las actividades académicas del colegio, y como los ensayos eran casi siempre después de clases y luego había quinta (educación física), algunas nos quedábamos también a entrenar por las distintas selecciones. Algunas tenían otros compromisos, como inglés o baile en academias, por ello requería un gran esfuerzo para no descuidar la parte académica del colegio.
Por último, sin el apoyo de mis padres, la experiencia en el jazz no habría sido posible, ya que sin ellos no iba a poder vivir esta experiencia que fue haber participado los seis años del jazz; por llevarme a cada ensayo y también por el gasto que implicó participar del mismo con el trascurso de los años.