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Entrevista a Melanie Román, exalumna de la promoción 2017 y a Nicolás Romero y Belén Torres, exalumnos de la promoción 2018
La Academia de Artes Escénicas, o Academia de Teatro, es un espacio no tan conocido, como otros estamentos con más años de trayectoria. Sin embargo, desde el inicio de su existencia y hasta la actualidad, ha impactado honda y positivamente en quienes pasaron por ella.
Melanie Román, Nicolás Romero y Belén Torres pertenecen a distintas promociones (2017 y 2018), pero a los tres los une el haber sido miembros de la academia y haberla presidido en algún momento. Cada uno nos cuenta su experiencia, aunque las tres vivencias coinciden al afirmar cuánto ha hecho la academia por ellos.
¿Qué pueden decirnos de lo que representó la Academia de Teatro en su momento?
MR: Un lugar de enseñanza, no solo para las obras y al estar en público, sino para la vida. Representa un papel de suma importancia, ya desde el día uno, desde el “vengan a probar”. Las sonrisas y el entusiasmo, que no se encuentra en muchos lugares, continúa a lo largo de los años. No puedo decir lo que “representó”, sino lo que representa en mi vida, ya que sigue presente después del colegio. Aunque pasen los años, no termina la felicidad de formar parte de esta familia, con alumnos, exalumnos y nuestro papá, el profe Nery.
NR: Fue una de las mejores cosas que me ofreció el colegio. Algo totalmente nuevo para mí, que era tímido e introvertido. La academia me ayudó mucho a ser quién soy, me dio la valentía de poder hablar frente a los demás sin titubear.
BT: Representa mi primer amor por la secundaria. Recién estaba entrando a ese mundo tan diverso cuando me “flechó” la Academia de Teatro, sentía que todos estaban igual de locos. Me recibieron con los brazos abiertos desde el primer día y se sentía el amor de familia. Es un lugar donde uno expresa sus ideas y todos juntos aportan algo, para ver qué sale. Cada uno encuentra un rol para encajar, por lo que aprendí que no solo se necesita talento, sino ganas. La Academia de Artes Escénicas para mí es un hogar dentro del colegio, que me dio súper amigos, donde podía ser yo misma sin miedo, donde cualquier potencial podía ser usado.
¿Qué hechos considera fueron los que más les marcaron de esa actividad?
MR: Creo que, más que participar en obras, fueron los momentos los que marcaron mi vida. Quedarse después de hora, compartir con alumnos de otras edades, escuchar las historias de los exalumnos que nos visitaban… el solo estar presente y organizar obras junto a persona de tanta creatividad, que no siempre la demostraban fuera de la academia. Muchas veces preparamos obras que no lograban salir de nuestro pequeño espacio de creación, pero a pesar del tiempo que nos llevaban nos sentíamos felices por el trabajo realizado juntos. Una serie de cosas que, sin darte cuenta, van sumando y van enseñando el valor de la esperanza y de dar sin esperar recibir algo a cambio. Obras vienen, obras van. Algunos recuerdan y otros se quedan dormidos en las butacas. Pero el sentimiento de estar parada en el escenario, o al costado cruzando los dedos para que todo salga bien, es único.
NR: La primera obra en la que participé. Fue mi primer día de ensayo, cuando me dijeron “tenés cara de ser pa’í”. Obviamente, quedé sorprendido, pero fue el mejor papel que me dieron. Esa obra fue muy especial, ya que fue la primera, y fue sobre San Miguel.
¿Algunos objetivos que crean que podrían mejorar la academia, año a año?
MR: El mayor objetivo es lograr la autoconfianza, que estoy segura de que un 90% lo logra. El 10% faltante no logra completar el ciclo por críticas externas y falta de apoyo. Como no es una academia muy reconocida, tiende a ser desvalorada; muchos piensan que las reuniones son solo para hablar y que no terminan mostrando nada. Lo que no saben es que, en esas pequeñas reuniones, se conoce el valor de la propia voz, se la utiliza como medio de expresión, se potencia la lectura y se forman lazos para toda la vida. Se deben seguir sembrando objetivos que ayuden personalmente, fomentar los hábitos de conducta, crear un lugar donde cada persona tenga voz propia y sin miedo pueda expresar lo que piensa y siente, y más adelante con confianza y fortaleza mostrar lo que se puede lograr sin ser actor o actriz.
NR: Creo que la academia debe recibir más apoyo y debe ser tomada con más seriedad. También por las autoridades. Los integrantes, con los años, fueron disminuyendo. La escasez de miembros dificultaba la creación de obras de calidad, largas y con varios personajes.
BT: Hay objetivos no explícitos pero que noto, como el hacer sentir cómodos a los integrantes y transmitirles que es humano equivocarse. Algo que cuesta es mantener el orden y avanzar con el poco tiempo. En el 2019, cuando yo no estaba, se realizaron obras no tan largas, como recrear el Evangelio o hacer una comedia por el día de la amistad. Creo que estas cosas pueden ayudar a que la academia crezca más y sea más conocida.
¿Cómo describiría su participación en la academia?
MR: Estuve de 7° al 3er. curso, formé parte de la mesa directiva tres años y sigo en el grupo de la academia. Quedan en el recuerdo las obras “Una noche en la torre”, “Bonnie and Clyde”, “El monólogo”, “Ecce Venio”, “San Miguel en el colegio Apostólico”, entre otras. Esas charlas e improvisaciones con los compañeros ante una cancelación de obra, risas y hasta tristezas compartidas. A veces se volvió complicado el estar presente en todas las reuniones o ensayos, pero siempre estuvo en el querer, y aprendí mucho con eso.
T: Participé los seis años de secundaria. En el 2015 fui secretaria y en el 2016 presidenta. Luego seguí como activa, debido a un viaje y cargos en otro estamento. Nuestro asesor, Luis Nery Huerta, nos hacía ver que ninguna idea era demasiado loca y que con ellas estábamos llamados a ser una academia diferente. La obra en la que más me gustó participar fue la de San Miguel, cuando estaba en 7°. Por su éxito la recreamos en otro colegio, fue una linda travesía de ensayos y trayectos. También en otra oportunidad recreamos la historia del colegio, pero éramos pocos y todos teníamos que ser todo. Amaba los ensayos fuera de clase e incluso algunos sábados, nunca fue una molestia sino una diversión más, pero, al mismo tiempo, una responsabilidad.
¿Cómo influyó la academia en sus vidas?
MR: Me encanta la familia que formé; desde 7°, siendo muy pequeñita y sin hablar mucho, hasta 3er curso con mi candidatura a presidente del Centro de Estudiantes. Me siento contenta de haber tenido ese apoyo en un momento tan importante, desde el día uno con el apoyo del profe Nery y mis compañeros de teatro hasta el final. Me parece que la Academia no es un lugar donde solo se aprende a “actuar”. Formó parte de mi proceso educativo, y más que nada personal. No somos actores ni actrices, capaz nunca lo seamos, y entramos a la academia a sabiendas de eso. Entramos porque algo nos incentivó a hacerlo, algo o alguien, y gracias a eso pudimos dejar florecer a esa persona callada, con miedos, humana, con fe, fortaleza y alegría por el proceso, por el camino recorrido y lo que nos queda por recorrer.
NR: Tuve la suerte de ser tesorero, vicepresidente y presidente de la misma, en mi último año. Lastimosamente, fue un año duro, en lo personal, y afectó mi rendimiento y mi aporte como miembro directivo. Pero siempre fui polifuncional y busqué lo mejor para la academia. Por otro lado, el profesor Nery, que es el asesor, es más bien como un papá para nosotros. Siempre trabajó con nosotros por amor al teatro y sus integrantes. Con esos guiones y obras que escribió, ayudó bastante a que explore los límites de la imaginación. Le estoy eternamente agradecido por todo.
BT: Creo que me ayudó y ayudó a muchos a no sentir que teníamos que encajar sí o sí en un lugar, sino que debíamos ser nosotros mismos y no tener miedo a demostrar ideas locas. También fue la primera vez que tomé un cargo de responsabilidad; a veces me costaba creerme capaz de ello, pero al hacerlo y ver que otros confiaban en mí, perdí el miedo. Si bien no era una persona tímida, este espacio me ayudó a perder el miedo a expresarme o a hacerlo de diferentes maneras, también perdí el miedo a las presentaciones orales, a subir al escenario, a declamar, etc. Descubrí que me gusta actuar y que puedo hacer muchas cosas si pongo amor y ganas. Cuando te animás a algo, de a poco vas animándote a un poco más, y lueg, sin darte cuenta, lográs grandes cambios.
¿Algo más que quieran comentar?
MR: Los estamentos del colegio son herramientas únicas que nos brindan, depende de cada uno darles la importancia y el tiempo para aprender y disfrutar de los momentos. La Academia de Teatro no fue fundada para crear actores de primera, sino flamantes personas que puedan utilizar los recursos comunicativos con los que cuenta y disfrutar de ellos, sin miedo al qué dirán, sin preocupaciones, siendo creativos a su manera. La Academia de Teatro no es un fin, sino un medio.
BT: La academia de teatro no es un lugar para ir solo una vez, sino que hay que perseverar, hay que practicar, tener muchas ganas y amor. Pero en el camino encontrás a alumnos mayores a quienes pedir ayuda, menores a quienes ayudar, y tanto el asesor como los miembros siempre son comprensivos y están ahí, entendiéndote y acompañándote. Además, si sos tímido, la academia te ayuda a perder esa timidez y soltarte un poco, a plantarte más, a hablar más fuerte. Eso se siente en los escenarios como en las clases y al salir del colegio.
Cada estamento tiene su tinte, cada uno hace sentir a sus miembros que es un refugio, y crea una segunda familia. Son herramientas geniales que tiene el colegio y pocos las saben usar. Le diría a cualquier alumno que no salga del colegio sin antes probar los estamentos en algún momento de su paso por la secundaria, porque ya escuché decir a tanta gente lo mucho que se arrepentía de no haber ido antes.