El santo fundador al que el colegio san José le debe tanto, como todos los santos, vivió haciendo el bien y manifestando su amor a dios sin esperar recompensa. No obstante, también como ocurre a todos los santos, su piadosa y servicial vida le ganó la corona que no se marchita. Esta escena es la que se canta y destaca en el himno que con cariño se entona a San Miguel De Garicoits: “Dios coronó su sien con diadema inmortal”.
Fue sacerdote y fundador de la Congregación de los Padres del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram. Nació el 15 de abril de 1797 y fue el mayor de seis hermanos. La piedad y ejemplo de sus padres y abuelos le marcaron profundamente. A los 14 años, luego de su primera comunión, anuncia a su padre que desea ser sacerdote. Eran muy pobres y vivían del fruto de su trabajo, así que debía sacarse esas ideas de la cabeza, fue la respuesta del padre.
No obstante, su abuela intercedió por el pequeño y logró convencer de inscribir a Miguel en la escuela del pueblo, a cambio de unos servicios que prestaría el muchacho. Trabajó incansablemente y se convirtió en el mejor alumno. Más adelante, en el seminario, sobresaldría (además de los resultados académicos) por su piedad.
Luego de su ordenación sacerdotal, es nombrado en Cambo. Es en ese entonces cuando difunde la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y empieza a colocarla como centro de su vida y espiritualidad.
Cumplir la voluntad de dios. Fvd (Fiat Voluntas Dei); este es mi secreto: en todo tengo un solo deseo, hacer la voluntad de dios. Cuando veo que El desea una cosa, la realizo inmediatamente
Más tarde comienza a enseñar como profesor en Betharram, en un seminario que encuentra bastante venido a menos.
Tras algunos encuentros decisivos, toma la decisión de formar sacerdotes que “por su obediencia, consolarán el corazón de sus obispos”.
El 14 de mayo de 1863, día de la Ascención, murió sin llegar a ver su obra terminada, pues las Constituciones de la Congregación serían aprobadas 14 años después de su fallecimiento. De San Miguel de Garicoits podemos imitar su disponibilidad, obediencia y generosidad que le movieron a responder, en todo “¡Aquí estoy! ¡Hágase la Voluntad de Dios!”.
Una vez, siendo niño, su madre le habló del Cielo. Deseoso de subirlo cuanto antes, imagina que podrá alcanzarlo subiendo a la colina desde la que pastorea a su rebaño. Después de un largo y agotador recorrido, se da cuenta de que el cielo sigue alto, así que sube otra colina tras otra. Así es que se pierde y debe pasar la noche en una llanura. Al día siguiente, logra encontrar el camino de regreso… pero conservando en su corazón el mismo deseo de alcanzar el Cielo.
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