Entrevista a Bruno Resck, exalumno de la promoción 2000
Quien se suma a alguna de las actividades extracurriculares que ofrece el colegio encuentra una oportunidad única para desarrollar ciertas capacidades mediante experiencias que quizás no encuentren en otro lado con facilidad. El MEPCAH es uno de esos espacios, que promete vivir aventuras y desafíos para los enamorados de la naturaleza, que quieren dar un paso más adelante en su compromiso con ella.
En un campamento que tuvimos en primaria con el profesor Walter Martínez me enteré de la existencia del MEPCAH, y de que podría ser parte del mismo al llegar a la secundaria. Para ingresar al movimiento, la condición inicial era participar desde primero hasta tercer curso de una materia de recreación llamada “Tiempo libre”, pero la misma tenía un cupo limitado, por lo que no pude acceder a ella el primer año. Lo hice al año siguiente, y a partir de entonces no dejé el movimiento. En cuarto y quinto curso participé como parte del Grupo de Apoyo, y en el último año como miembro de la Comisión.
Llevo el recuerdo de todas las experiencias que tuve durante todos mis años en el movimiento, hasta seguí participando al haber terminado el colegio. Del primer año puedo destacar cómo armar nuestras carpas en los lugares correctos o preparar nuestras comidas parecía misión imposible; nunca habíamos hecho algo parecido, cosa que, sin duda, fue cambiando con el pasar del tiempo.
Toda la base y el concepto de lo que representaba el movimiento lo convertía en algo fuera de lo común y altamente enriquecedor en todos los aspectos, desde los desafíos de acampar en lugares de escaso acceso como las actividades que se desarrollaban antes y durante los campamentos. Por ello, desde el primer año hasta último, uno crecía en su aprendizaje y como persona. Puedo decir que lo que iba cambiando era cómo nos íbamos integrando como grupo y que nuestra capacidad ante los desafíos iba aumentando, estos se hacían cada vez más simples de solucionar, y disfrutábamos de hacerlo entre chistes y sonrisas.
Lo fundamental es desconectarse realmente de nuestra rutina y de lo que es la ciudad, entender que vamos a disfrutar de la naturaleza»
Sin duda, el momento más difícil y que recuerdo con mucho orgullo fue cuando nuestro grupo tuvo la Prueba del Expedicionario. Los que ya estábamos en los últimos años del movimiento, luego de haber pasado por varios requisitos como liderar campamentos, contar con conocimientos de sobrevivencia básica, etc, podíamos tomar la “Prueba del Expedicionario”, que entre otras cosas contemplaba pasar la noche despierto a solas, sin recursos, completando diversas tareas. Nos tocó hacer la prueba en el Cerro Mbatovi, pero no contábamos con la tormenta que se vino a la noche. No teníamos carpas, pocos abrigos, sin comida y sumado a todo eso, una lluvia torrencial encima de un cerro. Nos ingeniamos entre los que estábamos para pasar esa noche de la mejor manera posible, completamente bañados y con mucho frio. En un momento dado casi tuvimos un accidente grave, cuando un colega sufrió un resbalón en la cima, pero no pasó a mayores por suerte. Sobrevivimos a esa noche y eso más que nada nos sirvió a todos como pase de la Prueba del Expedicionario. Hoy día, es un recuerdo presente en casi todos los encuentros entre compañeros de aquel campamento. Experiencia inolvidable.
Doy gracias por haber aprendido todo lo que aprendí dentro del MEPCAH, este sin duda es el responsable número 1 de que yo sea un apasionado por la naturaleza y que hoy día siga realizando nuevas aventuras. Me considero un afortunado por haber tenido dichas experiencias durante mi época del colegio.
Sigo realizando actividades dentro del país, algunas ya las había hecho con el MEPCAH, pero siempre es un placer volver a repetirlas, como la subir el Cerro 3 Kandu. Lo subimos en 1998 cuando pocos o casi nadie sabían que era el punto mas alto del país, pero el profe Walter ya tenía la precisa y nos llevó hasta allá. También me tomo el atrevimiento de hacer actividades fuera del país, una de ellas fue haber estado 14 días en la cordillera del Himalaya, llegando hasta la base del
Monte Everest a 5.500 metros de altura. Siguiendo ese camino ya tengo programados otros dos viajes, uno que pretendo hacer este año y así sumar mi primer pico de una montaña.
Doy gracias por haber aprendido todo lo que aprendí dentro del MEPCAH
El que tenga ganas de convivir con la naturaleza y mediante esa experiencia aprender en grupo cómo adaptarse, sin duda tiene medio camino andado. El mejor lugar para eso es el MEPCAH, lo que este movimiento puede dar durante el colegio no se encuentra en otro lado.
Lo fundamental es desconectarse realmente de nuestra rutina y de lo que es la ciudad, entender que vamos a disfrutar de la naturaleza y realmente entregarse a ella. Visitar un hermoso salto y no querer mojarse porque el agua pueda estar fría es perder una oportunidad que puede no repetirse. A eso agrego, los consejos del profe y desarrollar las actividades en grupo, sin duda son una formación personal que no se adquieren en otras etapas de nuestra vida.
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