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Entrevista a Ramón “Tati” Zubizarreta, exalumno de la promoción 1969
Ramón “Tati” Zubizarreta, exalumno del san José, ávido deportista durante su vida y de fructífera carrera política, habiendo sido intendente de la ciudad de san Bernardino, de joven fue parte del mítico campamento, lo cual – según explica – lo formó a él y a sus compañeros de manera muy especial. en esta ocasión, nos cuenta en su experiencia en esta actividad.
“Ya en los tiempos de la primaria era toda una ilusión formar parte del movimiento del Campamento, algo a lo cual se podía acceder solamente al llegar a primer curso”, cuenta el entrevistado. Esto se debía a que el campamento era, quizás, el espacio más importante para la actividad social del Colegio San José, o, al menos, así lo cuentan los que pudieron ser partícipes del mismo.
Por lo general, se realizaban dos campamentos durante el año, uno en invierno y otro en verano. De cada uno de esos espacios, surgían anécdotas que marcaban a los alumnos y perduraban hasta el siguiente campamento.
¿Cuál fue su experiencia como acampado?
Fui acampado hasta cuarto curso, cuando pasé a ser jefe de grupo, algo que en la institución era tomado como jerarquía. En quinto fui jefe de policía, la segunda autoridad más importante del Colegio, ya que era el encargado de mantener la disciplina de los chicos.
La autoridad mayor la ejercía el Jefe de Campamento, siendo también la persona que tenía más contacto directo con los acampados.
En aquel tiempo debieron pasar ciertas dificultades…
En esos tiempos no había luz eléctrica, en ocasiones no la teníamos ni a 30 o 40 cuadras a la redonda del Campamento. Tampoco había agua corriente y el bañito que teníamos estaba alejado de la casa donde estábamos, así que hasta eso era toda una odisea a la noche.
¿Qué momentos recuerda con mayor cariño?
Las historias son realmente muchas, hay momentos fantásticos de convivencia, los asaltos, y demás. Siempre en el Colegio terminábamos hablando sobre los asaltos, quién se lastimó, las historias del fogón, los personajes bíblicos que formaban parte de las actividades, etc. Los fogones siempre fueron fantásticos, allí se demostraba la iniciativa y el perfil de cada grupo, ya que existía la obligación de presentar un sketch.
¿Qué puede contarnos de los asaltos de aquel entonces?
Vivíamos juntos el asalto, que era lo más fantástico que había. Eran asaltos bastante fuertes, se tenía que pelear y uno lo hacía en serio para que no entraran los del otro grupo a tu campamento.
No obstante, era una lucha “sana”, ya que no había nada que pudiera hacer un daño serio a alguno de los que estaban participando. Se daban uno o dos asaltos durante los ochos días, eso hacía vivir un ambiente muy especial, ya que había informaciones que se filtraban que decían que tal grupo iba a ser grande, chico o de otro colegio, por lo que estábamos siempre alerta.
Hacíamos además grupos de guardia, algo que era fantástico, y se armaban en los tres lugares estratégicos para defender el Campamento, siendo los turnos de dos horas. había toda una expectativa acerca de qué lugar te iba a tocar defender, ya que existían zonas más peligrosas o inhóspitas con relación a otras.
También el aspecto cultural era importante… había además un gran aspecto cultural en todo lo que hacíamos, más allá de esa visión que se tiene de que solo era irse a pelear y a hacer cosas bruscas, en realidad contábamos con una sección en la cual la gente que se destacaba por su nivel de cultura, como era el caso de Juan Manuel Marcos y José Antonio Galeano, grandes figuras actualmente.
Se daba, gracias a estos espacios, el hecho de que los que éramos más “bestias”, terminábamos participando de una presentación cultural. Dependiendo del grupo existía un jefe de cultura incluso, y contamos con grandes personajes, con un sentido del humor extraordinario como podrían ser Julio Díaz, Rubén Somoza, “el vivo” Olmedo, Javier Kent, y un sinnúmero de gente que nos marcó en cuanto al relacionamiento desde hace ya más de 50 años, y cuya amistad sigue vigente hasta el día de hoy.
¿Qué destaca de la convivencia?
había algunos personajes que, ya en el Colegio, brillaban con luz propia en cuanto a gestión y actividades, y también existían otros que dejaban ver su personalidad recién durante el Campamento, a pesar de ser callados como compañeros.
Otra de las cosas geniales sobre el Campamento era que juntaba a todos los grupos de la institución, el de sexto curso con el de primero prácticamente no tenían relación, porque obviamente no estábamos en los mismos círculos deportivos, académicos y demás. No obstante, cuando acampábamos nos uníamos mucho, porque todos nos sentíamos compañeros.
LECTURA
Nosotros cocinábamos, teníamos un grupo especial para eso, también teníamos que limpiar todas nuestras piezas, en fin, toda esa convivencia que teníamos era realmente única, y además existía un total respeto a la autoridad representadas por los jefes de grupo y de campamento en general.
¿Se mantienen en contacto los acampados de aquel entonces?
hoy en día, la tecnología nos da la oportunidad de armar grupos con los chicos que están en el campamento actualmente, y tratamos de alimentarnos de esa manera de todo el espíritu de las actividades, y eso genera que se forje una amistad que, a pesar de que no tenemos un trato directo, es muy fuerte.
¿Qué significó su último campamento?
Nuestro último campamento tuvo una connotación muy especial, ya que en él evaluamos todo lo que pasamos durante todos los años que fuimos parte, hay un componente de mucha emotividad.
¿Algún aspecto que quiera destacar de aquel entonces?
hay que destacar a los curas, los capellanes que nos acompañaban, que solían ponerse a nuestro nivel y jugábamos incluso fútbol o volley con ellos. En esa época utilizaban sotanas, y se la sacaban para meterse a la cancha, algo que para ese tiempo era totalmente inaudito, incluso llegaron a participar de los asaltos. hoy, con todo lo que vemos, sería algo impensado.
Del campamento aprendimos valores como el sentido de pertenencia, el compañerismo, la solidaridad, etc., muchas cosas que son imposibles de enseñar en un aula.