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Entrevista a Rvdo. P. Osvaldo Caniza, cura párroco de la parroquia de San José
La misión pastoral también se vio afectada este año, por las circunstancias sanitarias conocidas. Sin embargo, aunque se vieron restricciones en el culto y en las actividades parroquiales, la fe permaneció activa y el corazón de la parroquia abierto.
Conversamos con el P. Osvaldo Caniza, párroco de la Parroquia San José, para que nos hable de la acción pastoral realizada este año, como así también de las expectativas para los próximos meses.
Primero, ¿puede contarnos cómo llegó al San José y a ser párroco de esta parroquia?
Debo contestar esta pregunta desde el corazón de la misión que me ha tocado desempeñar en este tiempo, como miembro de una sociedad de sacerdotes Del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram. Como tal, se tiene por programa la entrega y obediencia absoluta, la sencillez perfecta y la dulzura inalterable.
Con esta base de apoyo en el camino, es entonces cuando mis superiores me asignaron la misión de ser párroco de la Parroquia de San José. No les voy a negar que fue un gran reto misionero. Sin embargo, con una profunda fe en que estoy acompañado por el Sagrado Corazón de Jesús, sumido en la obediencia, dije “aquí estoy” en medio de la misión en una parroquia de ciudad.
En este año, cuando el culto fue restringido, ¿cómo enfrentó el San José la situación?
La Covid-19 cambió la forma en la que los parroquianos vivimos nuestra asistencia y existencia parroquial. Nada ha sido fácil para nadie, y para todos en general.
En términos generales, la Iglesia – y en particular la Parroquia San José . ha tenido que repensarse en casi todas sus vertientes. En los ritos, por ejemplo de la Semana Santa, en el recorrido con el Santísimo por el territorio parroquial, la visita a los enfermos y otros servicios.
La pandemia ha afectado la vida de la parroquia, pero esta ha sabido aprovechar los medios de comunicación para hacer su labor. Nos hicimos presentes de muchas formas en las redes, por medio de los contactos telefónicos, etc. Aquí fue clave el apoyo de los laicos que forman parte de los distintos movimientos o grupos de la parroquia, como el equipo de liturgia, los miembros de la pastoral de la salud, los ministros de la eucaristía, los jóvenes del grupo FVD, los miembros del Camino Neocatecumenal, etc.
Entre paréntesis, aprovecho la oportunidad para agradecer infinitamente el apoyo de muchos exalumnos del colegio por su cercanía y colaboración solidaria, a fin de ayudar a los más necesitados y, también para los gastos parroquiales. Con ellos cuento siempre, y les extiendo mi bendición.
Otro gran ejemplo es la misa dominical. Al inicio de la pandemia, en nuestro país se promovieron unas medidas prohibitivas totales. Ver el templo vacío fue de gran impacto para mí como sacerdote, y también para mis hermanos de comunidad. La oración continua fue la fuerza que nos mantuvo firmes para apoyar a la comunidad parroquial.
Actualmente, poco a poco estamos superando que algunos gestos y ritos ya no se pueden realizar. Como, por ejemplo, que en el templo no se puede dar la paz de mano, ni beso, ni abrazo; el recibir la Comunión en la palma de la mano y guardar dos metros de distancia entre las personas. O marcar los bancos, para que se sienten los fieles en esos espacios.
Entiendo que es por el cuidado de uno y de los otros. Sin embargo, todo esto es un poco extraño. Pero hay que hacerlo.
¿Cuáles son los principales objetivos y desafíos de la parroquia que tendrán que atenderse el próximo año?
Tenemos un plan pastoral a seguir. Lo vamos a reformular muy creativamente desde el discernimiento. El año 2021 que nos espera será tiempo de resiliencia, y allí estaremos para resistir con fe y oración.
En la oficina parroquial para las necesidades, en el Altar y en la puerta recibiendo o despidiendo a quienes vienen a misa.
Seguiremos conectados de forma virtual o participaremos de las celebraciones en televisión y, por tanto, tendremos que resignificar los gestos que ocurren en los ritos.
También vamos a motivar toda oportunidad de compartir momentos espirituales con las personas con las que vivimos.Recordemos que la familia es la iglesia doméstica. Yo creo que la pandemia ha afectado la Iglesia, pero también nos ha llevado a repensarnos, a imaginar nuevas formas, nuevas ritualidades, nuevos gestos para fortalecer nuestra fe.
Al respecto, ¿cuáles son algunas expectativas pastorales para el próximo año?
Actualmente, es un gran apoyo para los párrocos y los parroquianos y una base para caminar, que tendremos en la Iglesia de Paraguay un Año de la Eucaristía. El lema del 2021 es “Lo reconocieron al partir el pan” (cf. Lc 24, 30-31).
Caminaremos por ese sendero, fortalecidos en la Eucaristía. Llegaremos a las familias. Seguiremos vigorizando la identidad parroquial y la pastoral de la salud. Y un gran deseo es arrancar con una comunidad juvenil en redes de apoyo a la parroquia San José. Y abrir un espacio para la adoración del Santísimo.
¿Algo más que quiera dar a conocer o añadir?
Oh, sí. Así como dice el Papa Francisco, quiero transmitir el mensaje de que “hay que dejarse contagiar por el amor, no por el virus”.
Las raíces de nuestra vida están en Cristo, en Él está la fuerza para enfrentar los difíciles problemas que nos esperan después de la crisis, en Él está el modelo de cercanía, amor y servicio.
Que todos nuestros actos tengan el sello del amor genuino. Un tiempo para regresar. La pandemia actual nos ha llevado de alguna manera a redescubrir estilos de vida más sencillos y sostenibles. La crisis, en cierto sentido, nos ha brindado la oportunidad de desarrollar nuevas formas de vida.
Dios y Su Madre Santísima nos guíen, y, bajo el amparo de San José, nos hagan resilientes y nos protejan.