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Carlos Gustavo González Morel, electo vicedecano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción, nos comenta sobre las propuestas que pretende llevar adelante desde dicha función.
Carlos Gustavo González Morel, es abogado, notario y escribano público, magíster en Derecho Procesal Civil y Doctor en Derecho, exalumno del colegio promoción 1991, siendo presidente de la Academia Literaria del colegio en el año de su egreso. Además de realizar cursos, postgrados y doctorado en el país, así como en el exterior, cuenta con la maravillosa experiencia de viajar bastante, eso se debe a los innumerables cursos a los cuales asistió en distintos países de mundo.
Cabe mencionar que en el año 2004 fue designado como tercer árbitro de la República del Paraguay ante los Tribunales Arbitrales del Mercosur. Asimismo, en su vasto currículum, fue consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo del Ministerio de Relaciones Exteriores, director general de Asesoría Jurídica de la Municipalidad de Asunción, desempeñando mismas funciones en la Honorable Cámara de Diputados y en la Honorable Cámara de Senadores.
Además, fue director de la carrera de Notariado y Miembro Titular por el estamento docente del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción, donde también es profesor titular de Cátedra de las materias de Derecho Procesal Civil II, Derecho Registral y Técnica Notarial de dicha casa de estudios.
También es miembro de la Comisión Directiva y Socio Fundador de la Academia Latinoamericana de Derecho Procesal Garantista año 2000, con sede en Rosario, Argentina. Ha publicado libros de su autoría y artículos en revistas jurídicas del país y el exterior.
¿Podría hablarnos de qué lo motivó a candidatarse al cargo de vicedecano de la Facultad de Derecho de la UNA?
Soy un convencido de que el Derecho es un instrumento de redención social y que la justicia no es una ilusión que estafa, sino el escudo protector de la dignidad humana. Nos debemos convencer cada día más de que, al existir una oposición entre la ley y la justicia, nuestro pronunciamiento moral inexcusable deber ser en rumbo a la justicia, no a la ley que está en contraposición a los valores que encarna la justicia.
Cuando hablamos de la diosa de la Justicia nos viene a la mente la balanza en la que se pesa el Derecho y la espada que referencia la fuerza, no como un elemento absoluto, no como elemento decisivo, no como fuerza bruta.
La justicia defiende lo suyo de cada persona. Es decir, la dignidad de la persona, su libertad y su patrimonio. Todas estas líneas de pensamiento y los valores inculcados por mis padres me motivaron ya desde el colegio a estudiar Derecho, luego ejercer la docencia universitaria y hoy acceder a este honroso cargo. Sin olvidar las palabras de Don Ramon Zubizarreta, primer rector y primer decano de la Universidad Nacional de Asunción, quien nos inculcaba el estudio del Derecho hasta el final de nuestros días.
¿Cómo se aplica esta filosofía a la cual hace mención?
Pablo VI llamaba a los pensadores “ávidos de lo absoluto, de justicia y de verdad”. Debemos pues emprender los caminos que conducen a través de la colaboración, de profundización del saber, de la amplitud de corazón a una vida más fraternal, a una vida más humana, verdaderamente universal.
La universidad no puede ser una torre de marfil. Son aspectos muy importantes la investigación, el desarrollo de clases y el constante análisis de la contemporaneidad para entender que la universidad deber abrirse hacia la población, hacia la sociedad, para recoger solidariamente sus profundas inquietudes.
¿Qué mensaje final podrías dejarnos?
Como paraguayo y exalumno del glorioso colegio de San José, puedo decirles que “el que mira hacia adentro, sueña. El que mira hacia afuera, despierta”.
Miremos hacia afuera para exhibir el nacimiento esperanzador de una empresa de elevación intelectual que abre dilatados horizontes de superación a la juventud de la Patria y que convoca al estudio constante a los profesionales universitarios en nombre de ciencias tan apasionantes que harán más completa la formación humanista.
Y miremos hacia adentro, bien despiertos, conscientes de que estos estudios científicos deben ser serios, pacientes y frutíferos, sin defraudar jamás una tradición que arranca en 1889, la tradición gloriosa de la Universidad Nacional de Asunción, orgullo y decoro de la República del Paraguay.
Esa historia que dio luz de ciencia y pureza de principios a la Nación es la que invocamos hoy y la que nos dará mística para lograr la excelencia académica como un irrenunciable compromiso universitario al servicio del hombre enaltecido por la cultura y de la sociedad enriquecida por los valores de libertad, de concordia y de justicia.