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Entrevista a Alejandra Bergues, exalumna de la promoción 2013
Alejandra Bergues fue presidenta de la Academia Literaria en el 2012, siendo la segunda mujer en ocupar el cargo y – como todos los dirigentes del estamento – en marcar historia.
En esta nota, la entrevistada destaca la importancia de las palabras para impactar positivamente en el entorno en que uno se desenvuelve. Según esta, es posible influir y generar un cambio importante mediante la palabra, oral o escrita.
¿Cómo fue su experiencia como académica?
Preliminarmente, describir semejante “status” resulta, sin lugar a dudas, una tarea difícil. Esto es así porque, si bien puede pensarse – por el verbo en tiempo pasado consignado en la pregunta – que académica es una persona declarada como tal en las instalaciones del queridísimo colegio nuestro y durante nuestro pasar por el mismo y, pues, en la mismísima Academia Literaria.
Es sabido, por todo académico/a, que tal reconocimiento que nos fuera investido cual privilegio y así también carga, es un compromiso que nos acompaña el resto de nuestras vidas. Entiéndase “carga” en el mejor sentido de la palabra, aquí escogida para describir mi experiencia personal como académica, ya que – si bien puede creerse como una plusvalía en la persona reconocida como tal – para mí supuso y supone hasta hoy día el constante empeño de impulsora y comunicadora – contagiosa, si se puede – de la literatura, dondequiera que me toque estar.
«En mi piel, ser académica fue, es y va a ser siempre una experiencia muy gratificante»
Es por eso que yo escojo el verbo presente para describir mi experiencia como académica. No soy una doctora de las Letras, pero sí una convencida de que un escrito, un discurso, una clase, un dictamen, una charla formal o informal, quiérase o no, pueden dejar más en la persona destinataria que un montón de vivencias, pues las hace profundas.
Ser propulsora de la literatura, como para mí significó en el Colegio de San José en mi carácter de académica, es un compromiso que lo llevo ceñido al desempeño de mi profesión y trato de honrarlo día a día. En mi piel, ser académica fue, es y va a ser siempre una experiencia muy gratificante, se trata de acercar personas, despertarlas, sacudirlas, mover sus sentimientos, denunciar situaciones, tocarlas en lo más superficial o lo más profundo, si así se quisiera, por medio de palabras. Ser parte de la Academia Literaria fue un aprendizaje de cómo perpetuar las palabras en la memoria.
¿Cómo fue su experiencia como presidenta de la academia?
En una palabra, lo definiría en: compromiso. Haber sido agregada a la lista de destacadísimos presidentes, reconocidos literatos, personas representativas a nivel país, significó un compromiso inmenso que, puedo afirmar sin lugar a dudas, marcó mi experiencia académica y más.
Ser la segunda presidenta mujer de mi querida Academia Literaria fue un desafío significativo que desembocó en el compromiso que mencionaba, pero lo abracé con todas mis fuerzas, que no sabía tener en aquel entonces. Me sentía pequeña ante tan desafiante tarea, pero allí estaba mi guía en ese camino: la ejemplar profesora Graciela Fanego de Bianchi, a quien nunca se lo dije, pero en ese momento fue y sigue siendo una inspiración para mí, y por eso le estaré siempre especialmente agradecida.
Ser presidente de la Academia Literaria trae de suyo ser ejemplo, portador de inspiración, en lo que al aspecto literario se refiere, y, por qué no, más: es tomar el compromiso de demostrar y contagiar lo que uno puede expresar por medio de las palabras, que uno puede hacerse escuchar, ya sea en lo que a sus sentimientos se refiere, a denuncias sociales o de otra índole.
Se trata de una manera de gritar al mundo sin necesidad de elevar la voz, de callar sin encontrarse completamente en silencio; es mucho más que un cuento, una declamación, ensayos o improvisaciones varias; hacer poesía, en la forma que decidamos darle, día a día, sin horas precisas ni expresiones correctas o incorrectas, con la inmensa y liberadora característica de las letras explícitas en el nombre de la academia.
Ser presidenta de la Academia Literaria fue la asunción de un compromiso diario de la índole descrita, pero no creo que lo mencionado se acerque siquiera a lo que fue la experiencia para mí. Con seguridad, fue un compromiso gratificante, reconfortante.
Considerando la historia de la academia y sus representantes, ¿Cuál es su perspectiva hacia la participación femenina en el estamento?
Desde luego, anteriormente podría sostenerse la escasez de mujeres en nuestra academia, pero desde mis últimos años – en lo que mantuve contacto y a partir de conversaciones con los miembros del estamento, incluso luego de terminar mis estudios en el colegio – pude notar gratamente un notable incremento de participación femenina, tanto asistiendo a las sesiones y compartiendo trabajos literarios como en la ocupación de cargos.
Creo que esto es admirable, y también un futuro prometedor, en cualquier lugar, para las que se animen a descubrir sus talentos en el camino y asirse a ellos, a animarse a hablar en voz alta con la seguridad de que, si bien podemos equivocarnos porque como humanos somos falibles, a caminar se aprende andando.
Además, debemos admitir que la academia es un entrenamiento para la vida, y que una mirada femenina es necesaria en todos los aspectos de la misma, ya que, así como históricamente todos los puestos y voces escuchadas han sido prácticamente destinadas a los hombres, hoy se reconoce la igualdad en la capacitación e instrucción.
Por consiguiente, es de mi más humilde punto de vista que afirmo que, en todo, al lado de esa visión masculina, se necesitan voces femeninas, las que nuestra Academia Literaria traza prometedoras.
¿Cuál es el aporte de la perspectiva femenina en la academia?
Con seguridad, sí hay aportes. Como mencionaba, una perspectiva femenina es un gran aporte, al igual que la masculino, en todo; más aún si se toma en consideración que antes -en la historia- las mujeres se encontraban privadas de ello.
Procurando dar una respuesta específica a la pregunta, un aporte de las mujeres a este estamento no es fácil de señalar con precisión. Yo diría que, por nuestra naturaleza, somos más detallistas y es probable que sensibles en su mayoría. Esto puede constituir un aporte importante al tiempo de expresar -de forma pormenorizada- los sentimientos u opiniones que la academia busca dar a conocer.
Hablando de los desafíos de la academia en la actualidad, ¿Cree que la visión y los objetivos de ella han cambiado con el tiempo?
No, no creo que los objetivos y visión hayan cambiado, ya que forman parte de su esencia misma, apuntando siempre a la Estrella; sí creo que han incrementado los desafíos en la actualidad para la academia y sus académicos. Es por ello que ser parte de esta familia trae consigo un gran deber implícito.
¿Algún mensaje que quisiera dejar a académicos y demás alumnos?
Amigos, compañeros, a ustedes les insto a no tener miedo de expresarse con valentía y vehemencia. La sociedad y el país necesitan de eso; entusiasmo y pasión en las palabras, convicción y precisión en los papeles y las acciones. Sean dignos exalumnos de un colegio que marcó historia en ese sentido, siéntanse comprometidos, y todo lo que asuman, háganlo con altura.
Recuerden que no hay peor castigo que la ignorancia por voluntad propia, sean curiosos, formen su criterio, sean celosos de su libertad de expresión, que eso es un privilegio conquistado en la historia de nuestro país: Veritas liberabit nos (Jn 8,32).
Finalmente, que las palabras del Padre César Alonso de las Heras resuene siempre en ustedes: “A la conquista del Paraguay, por medio de la cultura (…) Adelante, siempre adelante, con los faroles encendidos…” y ustedes ya saben el resto.