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En cada edición, entrevistamos alumnos, exalumnos, familiares o amigos cercanos de la comunidad sanjosiana. Independientemente del área de la entrevista – deportiva, académica, social, etc. -, un tema que se menciona de manera recurrente es la formación en valores.
Cada persona que ha pasado por la gran familia del San José, independientemente de haber sido o no alumno, confirma haberse llevado consigo principios que, de una u otra forma, modelaron su personalidad.
De esta experiencia común, hay tres virtuosas actitudes que describen a la persona que cada uno aspira a convertirse. Es el famoso acrónimo “A.T.A”, cuyo significado permanece y emociona: amistad, tolerancia, ayuda.
Pero, ¿qué implican estos valores en la coyuntura que vivimos, que relativiza la moral y objetiviza a las personas? No hemos de ser ingenuos, ni caer en el error de vivir de historias. Al contrario, la mejor manera de honrar los destacados nombres de quienes pisaron el San José, es forjando – y forjándonos como – nuevos hombres y mujeres que generen un cambio en el presente, para proteger el futuro. Y, considerando esto, ¿cómo vivir la amistad, la tolerancia y la ayuda, en la actualidad?
AMISTAD
Recientemente, el Santo Padre publicó una encíclica (Fratelli Tutti) que consideramos muy alineada a los valores que hemos aprendido en el San José. Porque nos habla desde la mirada fraterna; «Todos somos hermanos», nos dice, miembros de la misma familia humana, que procede de un solo Creador, y que navega en la misma barca.
En la actualidad, tenemos el deber de soñar el sueño que Francisco nos comparte: que «seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en palabras».
Durante esta pandemia, muchos compañeros sanjosianos han demostrado que es posible servir al prójimo, a quien nos necesita. Las ollas populares no faltaron. Pero este amor – la amistad es amor – debe ser igual para quienes nos rodean como para quienes están más lejos, en las “periferias” que nos ha mencionado tantas veces el Papa Francisco.
Y este amor ha de llegar a todos. Como nos indica el Santo Padre, haciendo referencia a San Francisco de Asís, es feliz quien «ame al otro, tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él. […] San Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos».
Pero no son “pobres” solo los que viven en la indigencia, no son “enfermos” solo quienes padecen físicamente, y hoy día hay muchas formas de “descarte”. Hoy el prójimo es, también, quien trabaja a nuestro lado y no tiene con quién desahogarse, quien padece moralmente la discriminación, quién es dejado de lado por no encajar con los criterios de “utilidad” que la contemporaneidad impone. Hemos de aprender a verlos, reconocerlos, amarlos. Ser hermanos.
TOLERANCIA
En algunas oportunidades se ha confundido la tolerancia con la indiferencia. Sí, se cae en esta al pensar que “lo que ocurra al otro, no me compete”. Laissez faire: ¿por qué debería preocuparme u ocuparme de lo que sucede a mi costado? ¿no es mejor dejar que cada quien siga su camino…? De esta manera, podemos hacernos cómplices del error ajeno y dejar que la verdad padezca, o permitir al hermano un daño hondo y grave a su dignidad.
LECTURA
Por otro lado, también existe un polo opuesto: con el deseo de proteger al prójimo, su dignidad y derechos, en la sulfuración que genera la injusticia, se alzan voz y manos y se genera violencia y quiebres, también hondos, también dolorosos, que derivan en otras formas de intolerancia.
Ante esto, ¿en qué quedamos? En Fratelli Tutti, el Papa Francisco nos da una respuesta. «Mientras unos tratan de huir de la realidad refugiándose en mundos privados, y otros la enfrentan con violencia destructiva», existe una alternativa: «entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad».
AYUDA
Este último valor no es el menos importante, pero es intrínseco de lo ya mencionado. El Evangelio nos enseña que «quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn, 4, 20). De vuelta citaremos al Papa Francisco, para concluir este apartado: en Fratelli Tutti, nos recuerda la parábola del buen samaritano, porque al «amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá», sino que debe romper «las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes». La ayuda es eso, en resumen: tender puentes.
Como mencionamos antes, la solidaridad sanjosiana se hizo presente en los últimos meses. Pero hemos de generar actitudes sostenibles, constantes, y las hemos de hacer juntos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en lo que ves que no hay; los sueños se construyen juntos».