Compartir
Fuente: Historia del San José, de César Alonso de las Heras
Se celebraba en este año las bodas de plata de la ordenación sacerdotal de Mons. Bogarín. El nuncio apostólico de Bs. As. visitó, por este motivo, Paraguay, y el san José tuvo el honor de hospedarlo.
Tal visita no podía realizarse sin dejar huellas profundas y duraderas. Las fiestas organizadas para celebrar las bodas de plata del obispo debían durar una semana y clausurarse el 15 de agosto, día de la fiesta de la capital.
Era la primera vez. después de cuarenta años, que Asunción recibía a un huésped tan ilustre, como el Nuncio. La noticia causó gran sensación. La gran dificultad era la de encontrar un alojamiento digno de él. El gobierno y la curia se pusieron a buscar pero en vano. A los que hubieran podido alojarlo no les faltaban razones. Por fin, una carta del Sr. Nuncio sacó de apuros al vicario; Su Excelencia quería alojarse en una casa religiosa honorable, y esa Comunidad era el Colegio de San José. Las protestas no conmovieron al gran Vicario: hubo que rendirse a sus instancias. Tres habitaciones fueron preparadas, como se pudo, con la ayuda de buenos vecinos.
La llegada de Mons. Vassallo de lla Torre Grossa fue la ocasión para los paraguayos de hacer estallar el ardor de sus sentimientos religiosos y de su amor por la Santa Sede. Todo Asunción ocupaba la estación y sus alrededores a la llegada del tren internacional que traía al visitante, a su secretario, el sabio canonista del Clero de Buenos Aires, Mons. Piceda, y Antonio, su valet.
Cerca de un mes y medio, el Colegio de San José tuvo el honor de alojar al representante del Papa. Reservado y digno, algo distante por principio, Mons. Vassallo inspiraba, a primera vista, cierto temor reverencial. Pero su fisonomía abierta, su mirada vivaz y acogedora, su voz profunda, disipaban pronto ese sentimiento de molestia e inspiraban confianza y afecto.
Pronto quedó cómoda y a gusto la comunidad por su gentileza y el tono familiar de su conversación.
Al día siguiente de su llegada se confeccionaba una bandera pontificia, lo mismo que el escudo del Papa y un asta estilo romano sobre el frontispicio de la entrada del colegio. El Colegio se convertía, por un tiempo, al menos, en tierra romana.
Bachilleres de la promocion 1920
Sería demasiado largo contar los tesoros de condescendencia, bondad que el Nuncio quiso prodigar a la comunidad y al colegio. Tuvo la delicadeza de presidir, en ocasión del 10 de Agosto, los votos que la comunidad ofrecía al R.P. Superior y añadir él mismo los suyos a los que los alumnos le desearon.
En las horas de recreo, gustaba estar con los sacerdotes y alumnos del colegio, hacer bromas. Cautivaba su atención con su conversación interesantísima llena de anécdotas pintorescas que contaba con brío, y sabrosa lengua. Otras veces hablaba de más altas cuestiones de arte, de historia, de filosofía.
El paso del Sr. Nuncio no podía ser sólo una visita diplomática. Su Excelencia aprovechó su estancia de más de un mes para dar a las obras católicas un nuevo impulso y una nueva organización. No se pasó casi un día sin recibir visitas de alguna comisión de damas o caballeros.
La reunión más interesante fue la que realizó en la pequeña capilla de San José. Juntó todos los grupos, congregaciones o círculos de juventud masculina con el fin de formar una federación de jóvenes católicos. El colegio estaba representado por el grupo de la academia y por el Centro de Estudiantes Universitarios Católicos.